Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro están siendo una de las atracciones deportivas del verano. Aparte de seguir las competiciones que más me interesan y de repasar el medallero según países, lo que más me llama la atención son las historias personales que se van conociendo sobre muchos de los deportistas. No daré nombres, porque las biografías y semblanzas son muy variadas, pero sí resaltaré una nota común en muchos de ellos: el espíritu de sacrificio y las numerosas horas de trabajo que han tenido que realizar para llegar a la gloria. Aunque la mayoría no llegan a subir al podio y solo lo acarician, sin embargo, la lección es la misma: la superación personal únicamente se consigue con mucho esfuerzo, dedicación y constancia. Son enseñanzas que todos los humanos deberíamos aplicar en nuestras vidas y de modo muy especial las generaciones más jóvenes, en cuyas manos está el futuro de todos.

Los fuegos que están arrasando algunas zonas de España son también otra de las estampas típicas del verano. Aparte de la responsabilidad de los pirómanos, con quienes no debemos tener ningún tipo de contemplación, creo que una de las razones de los incendios forestales hay que buscarla en el hecho de que, en muchos casos, los vecinos ya no sienten los bosques o los montes como algo suyo. O al menos ya no tanto como antes, cuando en muchos lugares de la geografía nacional formaban parte del patrimonio municipal o colectivo. Creo que en muchos casos los fuegos forestales son una forma de protesta de los campesinos y ganaderos por haber perdido el control de lo que históricamente han considerado algo suyo. No obstante, en ningún caso puedo compartir que se utilice el fuego como una manera de protesta contra una determinada política forestal. Es un error, un tremendo error, manifestar estas quejas causando daños ambientales y, sobre todo, poniendo en riesgo la vida de las personas.

Y el verano se está convirtiendo también en un escenario donde representar las negociaciones políticas que conducirán a la investidura del nuevo presidente del Gobierno (¿será finalmente Rajoy?) o a las terceras elecciones generales en menos de un año. Todas las cartas están sobre la mesa y, a estas alturas de la película, nadie conoce a ciencia cierta cómo finalizará nuestro particular juego de tronos. Algunos entendidos en estas materias me cuentan que los expertos en el análisis de los procesos de negociación se están frotando las manos porque la situación es perfecta para conocer sobre el terreno el comportamiento de los líderes políticos, de las organizaciones que los apoyan y de otras fuerzas externas (¿los poderes fácticos de antaño?) que siempre aprovechan cualquier circunstancia para intervenir sin hacer mucho ruido. Mientras tanto, muchos españoles estamos ya hasta las narices de lo que vemos y escuchamos. ¡Menos mal que aún nos quedan las playas y las fiestas de verano!