La ministra de Fomento en funciones, Ana Pastor, ha advertido a los directivos de la empresa Vueling que aplicará la ley con "contundencia" si no toman medidas urgentes para resolver el caos organizativo que ha perjudicado los derechos de miles de pasajeros en los primeros días de las vacaciones de julio. La ministra, una mujer de aspecto frágil, podía haberse limitado a notificar a los representantes de la compañía aérea que aplicaría las medidas que la legislación atribuye a su departamento para resolver casos como el que contemplamos. Es más, podía haberse limitado a aplicarlas con carácter inmediato si la situación lo requería. Al fin y al cabo, la ley es el instrumento que el Estado pone en manos de los gobernantes para resolver problemas a los ciudadanos y no hay que demorarse mucho en utilizarla. Pero ha preferido añadir al aviso el estrambote de la "contundencia".

Los políticos, dicho sea en general, son muy partidarios de reforzar la aplicación de la normativa legal vigente con continuas invocaciones a la "contundencia" como si en vez de aplicar el artículo adecuado estuviesen blandiendo un palo para medirle a alguien las costillas. Y cuantas veces, ante la noticia de un nuevo caso de corrupción, no habremos oído a un gobernante advertir a los posibles implicados que caerá sobre ellos "todo el peso de la ley". En un primer momento, nos imaginamos a la cuerda de los corruptos deambular abrumados por el pesado fardo que la justicia colocó sobre su espalda para ejemplaridad del resto de la ciudadanía. Pero, luego, el tiempo pasa, los abogados de los corruptos (los corruptos tienen unos abogados magníficos) dilatan el asunto con innumerables trucos procesales, los presuntos delitos prescriben o son objeto de transacción y la pretendida contundencia de la ley se acaba administrando en cómodos plazos.

La idea de que la ley es contundente y pesada (sobre todo para los que no pueden burlarla) está muy extendida y se resume perfectamente en el conocido brocardo latino "Dura lex, sed lex", que traducido al castellano vendría a ser algo así como "Dura es la ley, pero es la ley".

En sus buenos tiempos, el periodista José María García, el famoso justiciero de las madrugadas radiofónicas, usaba con frecuencia ese adagio jurídico tanto para justificar como para criticar una polémica decisión arbitral. García, sin ser abogado, incorporó al lenguaje deportivo muchos términos jurídicos. Y suya fue, entre otras, la iniciativa de emplear el verbo "sentenciar" para aludir al hecho de que un partido pudiera darse por ganado anticipadamente a un equipo a partir de una cierta distancia en el marcador. "Con este gol, Fulano ha sentenciado...", se le oía decir con aquella voz aguda tan característica. En sentido estricto, el hecho de sentenciar no tiene por qué atribuir una victoria a uno o varios de los postulantes de justicia, ya que suele haber diferencias entre lo que se pide y lo que se concede y es raro que toda la razón se le dé a una de las partes.

La ministra de Fomento en funciones, que tiene fama de discreta y dialogante, seguramente sabe todas estas cosas y optará por aplicar la ley como la propia norma demanda. La contundencia, en el boxeo.