No tenemos por qué ocultarlo, ni persignarnos antes de reconocer la vergüenza. Triunfó el miedo, sí. El miedo a la inestabilidad, a la inseguridad, a la zozobra y al caos. La estrategia de la polarización funcionó para el PP, pero no así para UP, que aún no se ha despertado del sueño. Mientras muchos españoles (nada menos que 8 millones de electores) ponían su destino en manos del Rajoy vilipendiado, cancerbero del régimen y causante de todos los males de la patria, otros (nada menos que un millón largo) abandonaban al tándem Iglesias- Garzón, porque habían dejado de creer en su distopía de plexiglás y sonrisa, y otros más abandonaban a Sánchez y a Rivera; al primero por su inconsistencia, al segundo por su aleve incoherencia. "Macbeth jamás será vencido hasta que el bosque de Birnam ascienda contra él por las colinas de Dusinane", le dice la Aparición al asesino del rey de Escocia, que más adelante amenazará al mensajero cuando este le anuncie que el bosque se acerca. Entre la realidad y el deseo caminan sonámbulos nuestros elegidos, pensando, tal vez, que aquello que ven no es sino engaño de los sentidos.

La Escuela de políticos que sugerí hace semanas es hoy más necesaria aún, tras escuchar cómo ninguno de los perdedores de estas elecciones entiende la razón de la desafección o buscan variopintas excusas para explicarla. Por sus declaraciones tras la resaca, empezamos a sospechar que estos siete meses de prácticas no han sido suficientes para aprender, y que aún no han comprendido el mayor valor de lo bueno frente a lo mejor. Con la intención de mantener impoluta su bandera antiPP, Sánchez insiste en expulsar a Rajoy de la Moncloa, acusando a Iglesias de haber permitido que continuara en funciones al no apoyar un Gobierno de progreso. Ahora deberá aprender de su predecesor ZP a cultivar el arte de la rectificación para salir airoso del enredo y permitir que los españoles tengamos gobierno. Rivera, por su parte, quemó las naves a destiempo y, siguiendo la estela de Sánchez, perdió 400.000 votos al proclamar ahora y siempre su veto a Rajoy. ¿Qué necesidad tenía de hacerlo, cuando gran parte de sus votantes deseaban una coalición del C´s con el PP? ¿Acaso no es adalid del pacto y el acuerdo? Noqueado aún por el fallido "sorpasso", Iglesias se debate entre seguir abrazando a Garzón y a Anguita, o ir de la mano del astuto Errejón, que siempre abjuró de la división izquierda/derecha. Podemos perdió la transversalidad añorada con la alianza de sus antiguos compañeros de fila, y la imagen regeneradora con el hálito totalitario y frívolo que rezumaban sus cien medidas para el Gobierno de la gente y su posterior negociación. Ni Iglesias ni Monedero han entendido aún que pocos españoles pueden identificarse hoy con el espíritu revolucionario de los parisinos de la Comuna, y que no desean un asalto a los cielos, sino el disfrute de la tierra que pisan.

Parece evidente que todos, salvo Rajoy, se equivocaron. Jugaron al Dilema del prisionero con la vista puesta en la repetición de las elecciones, porque pensaban que en una nueva oportunidad los españoles reforzarían su apoyo. Desde su templanza, el búho galaico había mostrado a los jóvenes zorros el camino de la sabiduría. "Aquí se viene sabido", les dijo en el Debate a 4 preelectoral; pero tomaron su advertencia por admonición, no por consejo. Ahora, tras las primeras declaraciones de sus adversarios y posibles aliados, vuelve a sugerirles prudencia a la hora de negociar "Las negociaciones no hay que estar constantemente radiándolas", les dice desde Bruselas. Tendrán que seguir aprendiendo.

Sánchez debe saber que los españoles le han encomendado liderar la oposición, lo cual no es encargo menor. Para ello, es condición sine qua non que haya Gobierno al que oponerse. Rivera, con su noble afán regenerador, tendrá que entender que para reformar el jardín común debe ponerse de acuerdo con el vecino, aunque su cara no le resulte agradable; pues no es él quien le otorga la titularidad, sino el aval de los electores. Y por último, Iglesias deberá aprender que la sabiduría de la serpiente consiste en ejercitar la prudencia, no en mudar a camaleón, y que en política no solo hay que ser -coherente-, sino parecer.

Ganador y perdedores, a todos les toca ahora arrimar el hombro para dotar al país de Gobierno. Rajoy ha pedido tranquilidad y sentido común a sus adversarios, y "que se haga caso a lo que han dicho los españoles", cuyo mandato sin duda es de negociación y pacto, no de imposición ni coacción. Ninguno debería olvidar que a veces las victorias se convierten en derrotas y viceversa, pues si en la hiriente derrota late el germen del próximo triunfo, en la exultante victoria espera su ocasión el avieso fracaso.