Llevamos más de medio año sin poder formar gobierno en España -y lo que te rondaré morena- pero todo sigue funcionando igual de mal e incluso bastante mejor que cuando algunos gobernaban con mayoría absoluta.

Porque aunque siguen aflorando casos de corrupción de ministros y altos cargos en funciones, la propaganda postelectoral continúa machaconamente anunciando la recuperación económica que, ante la evidencia de que aún no ha llegado a las familias que no son tontas y que siguen con la mayoría de sus miembros en paro, ya suena en las cifras cantarinas de la macroeconomía, como dicen los gobernantes provisionales.

Pero sobre todo están las cosas mejor porque hay esperanza. Porque hasta el fin nadie es dichoso, y mientras tanto todas las posibilidades están abiertas, incluida la de que formen gobierno los partidos que representan la suma de la izquierda y los de abajo, y que a pesar de tener un millón menos de votos que hace seis meses, tienen dos millones más en conjunto que el ganador de la etapa, que una vez más llega solo a la meta tras el sprint final, sin equipo que le apoye, porque ni siquiera a los ciudadanos del partido del mismo nombre les gusta el portador del maillot amarillo. Han ganado una etapa, pero no el tour, porque para ello se necesita el apoyo de los gregarios que hasta ahora no se han pronunciado.

Se inicia ahora una guerra de "sillones" entre los equipos que han corrido la segunda etapa, y que se seguir en las posiciones que han mostrado hasta ahora, podrían llevarnos a unas terceras elecciones generales ¡sin gobierno!

Aunque si hemos sobrevivido a un gobierno de recortes de derechos, de libertades y de sueldos, no tenemos miedo a terceras etapas.

Si algo bueno ha demostrado este tiempo de incertidumbre es que se puede, ¡sí se puede!, vivir sin gobierno. Siguen funcionando los servicios recortados, el trabajo escaso y la vida? ¡Hasta hay gente que se va de vacaciones, como si esto no fuera el desastre que quieren hacernos creer que es no tener quien nos mande!

Los sillones en disputa en el gobierno de España no han impedido la vida cotidiana de los que sostienen el mundo con su trabajo, porque son ellos los que realmente son importantes. Los trabajadores que al final de la jornada de trabajo o de su búsqueda, no esperan el sillón de mando del poder, sino la sencilla silla donde comer con los suyos, descansar un rato, y hasta cantar para celebrar la jornada.

En las fiestas de Zamora, que salieron razonablemente bien gracias al pueblo -sí, al pueblo- y al buen tiempo, han sido las sencillas sillas de este protagonistas de dos actitudes distintas, que paso a contaros.

En la víspera del fin de fiesta, las sillas de la plaza de Santa Lucía, un lugar que por primera vez acogía con calor humano y excesivo calor-calor un espectáculo festivo que la rescatara del olvido, fueron destrozadas por un grupo de personas a las que no les gustaba el concierto de la Plaza Mayor, o que se sentían ofendidas porque no se les dejaba meter los carros de bebida en ese lugar. Una protesta legítima que dejó de serlo cuando acabó cargando contra las sillas que se compran con el dinero de todos para que puedan ser usadas por todos los zamoranos. El daño se hizo a la ciudad entera, no a los que mejor o peor se encargaban de organizar las fiestas.

Otra. Unos días antes en la misma Plaza Mayor, ante el retraso en la colocación de las sillas apiladas durante el día, fueron los asistentes quienes, poco a poco y empezando por ocupar los sitios de sombra, colocaron las sillas hasta cubrir la plaza para asistir sentados al espectáculo que iba a empezar. Un ejemplo de "autogestión" ante el retraso del propio gobierno municipal.

Se demuestra con ello que el gobierno no es tan necesario como quieren hacernos creer. Que podemos gobernarnos a nosotros mismos. Que se trata de que reconozcamos el valor de las sillas de todos, más que el de los sillones de unos pocos?

Y sobre todo de que la culpa no es de las sillas, como ha insinuado algún concejal que no se acostumbra a no tener un sillón de mando en plaza.