Brunetto Latini (1220-1294) además de aparecer en numerosas obras, como en "La Montaña Mágica" de Thomas Mann (1875-1955), en donde se le recuerda como uno de los primeros italianos que elaboró y ofreció una educación moderna a los ciudadanos de Florencia, forma parte también de la obra cumbre de la literatura escrita en dicho idioma, el florentino, titulada, "La Divina Comedia" de Dante (1265-1321).

Gracias a aquel autor, quien además fue su maestro, que hizo fácil lo difícil, pasando del teocentrismo al antropocentrismo, es decir del pensamiento medieval cuyo centro era Dios, al pensamiento renacentista, cuyo centro era el hombre, a través del análisis y de la crítica del saber acumulado durante siglos, se fue configurando la mentalidad italiana de la época, por lo que pudo Dante recrear un alegórico viaje en busca del conocimiento, sirviéndose de varios guías con los que se asciende por las distintas esferas de mundos simbólicos muy diversos, como el infierno y el purgatorio, hasta llegar al cielo.

Aquella espléndida obra surgió fundamentalmente, porque Brunetto Latini (S. XIII) experto en Retórica, Notario, Filósofo, Escritor y Canciller de la República de Florencia, desarrolló un pensamiento que tuvo que ver con la filosofía humanista, alejada de los presupuestos medievales, estableciendo nuevas bases para que floreciera una sociedad moderna, sustentada en normas éticas de convivencia, en acercamiento de posturas para conseguir la paz y dar fin de una forma civilizada a los conflictos, entre los distintos bandos contrapuestos en que se estructuraba la sociedad civil.

Escribió Latini, entre otras obras: "El Tesoreto" o "El Libro del Tesoro", en su exilio en Francia, en lengua franca, para así tener mayor audiencia, basándose, como era costumbre en aquel tiempo, en una alegoría, y curiosamente a partir de un ascenso accidental al más allá, como metáfora para alcanzar un progreso o perfeccionamiento, lo que sin duda influiría en la manera de concebir la obra su discípulo.

En ella se preocupó de la retórica o ciencia del buen decir, porque para él, el funcionamiento de la ciudad dependía de la forma en que los ciudadanos hacían uso de la palabra en el foro. Ahí radicaba, desde la instauración de la antigua democracia griega, el verdadero poder del pueblo.

En una edición manuscrita medieval de esta obra, que se conserva en la Biblioteca Medicea Laurenciana, de la Sección Strozi, aparece dibujado arrodillado ante el rey Alfonso X, el Sabio, en la embajada que realizó, con el que intercambió varios libros.

Para Latini, el uso irreflexivo de la palabra suscita el enfrentamiento civil, pero una utilización prudente y conciliadora de la lengua permite vivir en una sociedad sin violencia.

El lenguaje es sin duda, lo que potencia la cohesión social y no la división, cohesión tan necesaria en muchos momentos a lo largo de la historia, para conseguir o mantener la tan apreciada armonía entre los habitantes de un estado.

Pero para llegar a elaborar dicha teoría, estudió, analizó y tomó como modelo, el conocimiento desarrollado en la Escuela de Claraval, que había sido fundada por Fulberto en los albores del siglo XI. Junto a sus seguidores se potenció una cultura ecléctica, de corte platónico, donde se daba primacía a la astronomía, la medicina, la lectura de las obras clásicas árabes, el latín, la gramática y la lógica.

Además, se defendió el paso del régimen feudal y de las ricas abadías, al florecimiento de las ciudades y a la ampliación del corpus social, compuesto hasta entonces por la nobleza, el clero y el estado llano, al que se añadió la burguesía adinerada de banqueros y mercaderes, que empezaban a defender sus derechos frente a los poderosos. Surgieron así las nuevas escuelas catedralicias que darían lugar al nacimiento de las universidades, se estudiaban las artes liberales en las Escuelas, la razón se iba imponiendo a la "autoritas" y por supuesto, se proponía la reforma de la iglesia.

Y de nuevo, la historia se repite, ya que se dio el paso de lo difícil a lo fácil en el siglo XX, cuando se constituyó una democracia en España, unificando criterios bien dispares y casi irreconciliables. Sin embargo, se hace de nuevo necesario unir retórica, con ética y política, porque los que en la actualidad tienen labia, carecen de ética, los que han dirigido la política, durante mucho tiempo han dejado enquistar vicios extremos, por lo que también carecen de ética, los que se las dan de mesías, y quieren salvar hasta a los pájaros que hablan, pero no a los que están encarcelados por ejercer la expresión de sus ideas, cambian de un día para otro de pensamiento político, pasan del radicalismo independentista, económico y social, al neoliberalismo más utópico, pensando que el ciudadano va a poder creer en ellos, por supuesto también carecen de ética. Y así no hay quien pueda dirigir un país democrático donde debe defenderse el buen funcionamiento de las ciudades. Y es que todos, sin excepción, parece que andan faltos de preparación ética y cordura. Solo hay que aguantar por unos instantes sus discursos vacíos de contenido, donde exponen estrategias basadas en argumentos emocionales, que no llevan a ninguna parte, ni solucionan los problemas reales del ciudadano y no merecen ya ni confianza. Eso sí, manejan a la perfección su retórica, que nada tiene que ver con la nuestra.

Pero ya mucho antes de que todo esto ocurriera, un filósofo griego del siglo VI antes de Cristo, afirmaba que: Una sabiduría múltiple no enseña la cordura. Y por si a alguno le interesase, se llamaba Heráclito.