Crítica al fracaso de los partidos en el intento de formar gobierno y elogio a la figura de Felipe VI en el proceso.

El 26 de abril el rey puso fin a la legislatura actual, al comunicar al presidente del Congreso que no propondría ningún candidato para una nueva sesión de investidura, por lo que la convocatoria de elecciones será publicada en el BOE el día 3 de mayo y las elecciones se celebrarán el 26 de junio.

A lo largo de los últimos cuatro meses, todos los ciudadanos hemos manifestado y escuchado un sinfín de opiniones sobre los partidos, los candidatos y los posibles pactos de gobierno. A medida que unos y otros se posicionaban, parecía como si unas opciones tuvieran más posibilidades que otras. Al igual que, si eran a favor o en contra de nuestro pensamiento político, nos gustaban más o menos. Y al final de este insensato peregrinaje se ha impuesto la sinrazón: nuevas elecciones.

No sé qué pensarán ustedes, pero en mi opinión lo que la mayoría de españoles votaron el 20 de diciembre, confundidos o no, fue que no querían mayorías absolutas y que reclamaban a los diferentes partidos políticos que llegasen a acuerdos para que nuestro país pudiera ser gobernado en la dirección que más interesase a España y a los españoles.

Pero como decía aquel eslogan promocionado por Manuel Fraga en la época en la que fue ministro de Información y Turismo durante los años sesenta: "Spain is different". Y efectivamente lo es. Fíjense si lo es que aquella expresión que se hizo famosa para promocionar el turismo de la época hoy sigue vigente cuando calificamos situaciones estrambóticas o que, supuestamente, solo podrían darse en nuestro suelo patrio. Lo comento porque en la actualidad hay en la Unión Europea 23 países que tienen gobiernos de coalición, y, sin embargo, en España los diferentes partidos fueron incapaces de llegar a un acuerdo de gobierno. Luego quiere decir que en España seguimos siendo raros, extravagantes o, como lo que quería decir el lema de los sesenta, exóticos.

Me van a permitir, queridos lectores, que no opine sobre qué dirigente político estuvo mejor o peor a lo largo de estos meses, pues, aunque en general la mayoría de nosotros pensemos lo mismo, diferiríamos en función de nuestras simpatías políticas. En lo que estoy seguro que estamos de acuerdo es en que todos ellos fueron aburridos, previsibles y que lo hicieron tan mal que el resultado salta a la vista y concluye en nuevas elecciones, es decir, un completo y absoluto fracaso de todos los partidos, máxime cuando pasado el 26 de junio tendrán que decidir los que no fueron capaces de hacerlo ahora, pero con un alto coste económico para los ciudadanos.

Lo que sí les voy a pedir es que me dejen elogiar la figura del rey en todo este proceso. Pero antes de ello, y por expresarles mi pensamiento de forma sincera, les tengo que confesar que no soy monárquico. Y no lo soy porque no puedo aceptar el pilar básico de la monarquía: la transmisión hereditaria del poder. Ahora bien, reconociéndoles este principio de mi pensamiento, también les tengo que decir que, por encima de mis planteamientos políticos, intelectuales o dogmáticos, lo que más me interesa es España. Por lo tanto, aunque a muchos de ustedes les resulte una incongruencia, si de forma coyuntural considero en un momento determinado que lo mejor para España es la monarquía en vez de la república, así lo expresaré y lo defenderé. Por eso voté favorablemente la Constitución de 1978, que llevaba implícita la monarquía como forma de Estado y por eso creo que la presencia de don Juan Carlos, aun no estando de acuerdo con él en muchos de sus actos, ha sido muy beneficiosa para la democracia, pues nos ha permitido un tránsito pacífico y sereno a lo largo de los últimos treinta y cinco años. Y, como les decía, ruego que me permitan loar la figura del actual rey, porque creo que representa a la única institución que a lo largo de los últimos cuatro meses ha sabido estar en su sitio y comportarse como debía, la Corona; representada por su titular el rey Felipe VI.

Es verdad que el rey está obligado a mantener una posición neutral y que su función es garantizar el adecuado funcionamiento del sistema conforme al principio democrático garantizado en la Constitución Española, como muy bien hizo, pero no es menos cierto que, mientras el rey cumplía su cometido a la perfección, ninguno de los dirigentes políticos de los diferentes partidos estuvieron a la altura de las exigencias de los españoles. Como consecuencia de su incumplimiento, España perderá casi un año, lo que conllevará menor inversión empresarial, menor creación de puestos de trabajo, menor disminución del déficit público, más endeudamiento público y un coste de cerca de 160 millones de euros por la repetición de las elecciones.

No me cabe la menor duda de que llegará el día en que los españoles tendremos que pronunciarnos sobre la forma de Estado, monarquía o república, pero en tanto eso ocurra, viendo a los políticos actuales y siguiendo con mi pragmatismo habitual, que en este caso no es otro que lo que más le interesa a España, quiero reiterar mi reconocimiento y agradecimiento a la Corona como institución y a su titular el rey Felipe VI.