Este año, por eso de caer en sábado, día en el que muchas personas no trabajan, la fiesta de Castilla y León ha pasado todavía más desapercibida. Lo cierto es que muchos ni se han enterado. Y que de atender a la encuesta publicada, pocos son los que se sienten castellano-leoneses. Por lo demás, lo de siempre y los de siempre, la rutina anual hecha presente en la entrega de premios controlados y la cita de Villalar, con rápida visita del presidente de la Junta, ofrenda y demás, y la asistencia de numerosos partidos de izquierda y más, aparte de las protestas de colectivos que son víctimas, por desgracia, de conflictos laborales, el eufemismo clásico para referirse a despidos masivos.

Para los afectados no faltaron las buenas palabras de Juan Vicente Herrera, aunque tampoco el Ejecutivo regional pueda hacer otra cosa, que se sepa, que tratar de mediar para conseguir paliar los efectos y aun evitarlos si hay alguna posibilidad, aunque se trate de empresas privadas. Tampoco faltó el discurso, más enfático, respecto a la situación política, que no es la que el PP desearía, con la repetición de las elecciones generales salvo milagro final, y la corrupción que no solo no cesa, sino que parece extenderse cada día más. Respecto a esto último, piensa el presidente de la Junta que la honestidad política hay que predicarla todos los días, no solo en Villalar. Tiene razón, claro, pero más que predicarla hay que ejercerla, porque es notorio que tales prédicas no sirven para nada en el ámbito de su partido y otros ámbitos. En cuanto a los comicios de junio que esperan a los españoles, Herrera cree que si se celebran -que se celebrarán, porque es lo que todos ellos desean, a ver si suena la flauta- serán la demostración palpable del fracaso de la clase política. Su fracaso, o sea.

Naturalmente, no iba a desaprovechar la ocasión, y arremetió el máximo dirigente de la comunidad, cuya presidencia conserva para el PP por un único escaño, contra su eterno rival hasta ahora, el PSOE, culpando a Pedro Sánchez de que el país se encuentre sin Gobierno por negarse a la perenne invitación de Rajoy para un pacto que posibilitase una mayoría estable y sólida de escaños, presidida por el PP y con PSOE y Ciudadanos al lado y de adjuntos. Como si el PP no tuviese su parte de culpa. Ellos han sido los más votados, sí, pero con la mitad de los votos conjuntos de sus adversarios y menos también que la suma de PSOE y Ciudadanos. Ha sido un duro e implacable castigo, que se mantendrá en junio según todas las encuestas, contra un Rajoy que no ha cumplido sus promesas electorales, que ha cargado el peso de la crisis sobre las clases más débiles, incluida la clase media, mientras se preocupaba de que nada faltase a las oligarquías y élites a las que sirve, y que ni siquiera ha sabido responder con la autoridad debida a los intentos separatistas de Cataluña. Y encima, el PP lo mantiene como candidato, mientras afloran más y más escándalos de corrupción. También podían los populares abstenerse y facilitar la investidura de Sánchez con el apoyo de Ciudadanos, y así no habría nuevas elecciones. Pero no, forman otra pinza de bloqueo con Podemos y echan la culpa a los demás. Así les va.