La incombustible Esperanza Aguirre, ahora concejal del Ayuntamiento de Madrid y portavoz del grupo municipal del PP, ha publicado un libro que ha titulado "Yo no me callo", aunque se supone que se calla cuanto le interesa callar. Pero lo más llamativo es que durante la presentación, esta especie de dama de hierro popular, muy apoyada por la derecha más recalcitrante, ha declarado que admite como conveniente un Gobierno PSOE-Ciudadanos, lo que debe haber dejado con la boca abierta a muchos de sus compañeros de partido que continúan dando palos de ciego en torno a esa imposible gran coalición formada por Rajoy, Sánchez y Rivera, o en su defecto, si hay que llegar a las elecciones de junio, un pacto con Ciudadanos, la otra derecha, o casi, que permitiera al PP seguir disfrutando del poder.

Hay que tener moral para pensar en que las cosas puedan seguir igual y lo mismo y que Rajoy se mantenga en la Moncloa con todo lo que está cayendo sobre el PP , una cascada de corrupción incesante en la que cada día aparece algo nuevo, demoledor para una población que acaba de pasar y aun no ha salido por el túnel de la más dura crisis que se ha dado nunca en el país. Y lo peor no eso, sino esa sensación imparable de que lo que va emergiendo a la superficie, gracias a la labor de la policía y en muchos casos a los medios informativos, es únicamente la punta del iceberg y que debajo hay muchos más casos semejantes algunos de los cuales irán saliendo a la luz y otros no, nunca. Lo último, como se sabe, la presencia de un ministro del Gobierno en funciones, Soria, en los papeles de Panamá, y la detención del alcalde de Granada y su concejal de Urbanismo, entre otras personas, aunque el máximo regidor municipal de aquella ciudad haya salido ya a la calle. Pero con cargos a los que habrá de responder ante la justicia, y suspendido de militancia por su partido.

Lo de Soria, tiene matices diferentes, y las numerosas voces que exigen la dimisión del ministro en funciones se basan tanto en su presencia en sociedades opacas en épocas anteriores, siendo alcalde del PP de Las Palmas de Gran Canaria, como en el hecho irrefutable de las mentiras y contradicciones con que Soria ha intentado zafarse de la realidad, y que le hicieron rehuir en principio su comparecencia en el Congreso para dar cuenta de los hechos, aunque al final las presiones le hayan obligado. En cualquier otro país europeo, ya habría tenido que irse, pero esto es España y España es diferente. Es un ministro sin crédito, uno de los peores valorados en todas las encuestas y rodeado siempre de polémicas.

Y lo mismo, dimitir pero ya, tendría que hacer el alcalde de Granada, un campechano que ya saltó hace unos meses a los titulares de prensa con motivo de afirmar que cuando las mujeres están más elegantes es cuando están desnudas. Ahora se le imputa por haber recalificado unos terrenos de propiedad municipal, destinados a un parque y otras dotaciones públicas y que acabaron siendo convertidos en un complejo comercial con discoteca, restaurantes y servicios, propiedad de una empresa constructora granadina. La vieja historia urbanística de siempre.