Al igual que algunos se piensan que su adscripción a la política les da carta blanca para robar, otros piensan que su adscripción al sindicato que sea, concretamente al SAT andaluz, les da carta blanca para intimidar y ejercer la violencia. Cuando el concejal de la marca blanca de Podemos en el Ayuntamiento de Jaén, Andrés Bódalo, fue detenido por la Policía por partirle la cara a un edil socialista, declaró, no compungido, sino más bien presa del pánico por lo que se le venía encima, que él no es un hombre violento. Prácticamente se presentó a los medios como un angelote, solo que con las alas manchadas de un pesado barro.

Bódalo nunca ha roto un plato. Son los medios de comunicación que manchan su buen nombre por pertenecer a Podemos. Eso dice su colega y amigo Cañamero. Sí, hombre, el otro sindicalista andaluz que entró en Mercadona, llevándose por delante todo lo que encontraba a su paso, cajeras incluidas. Estos tíos, en cuanto forman piquete, se envalentonan y se creen trasuntos de Jesse James. Les falta la canana con un buen colt para liarse a disparos contra todo el que se les ponga por delante.

En Jódar, su pueblo, y en Jaén, le tienen miedo. Pero España, que es tierra de gente bizarra, todavía cuenta con españoles que no le tienen miedo ni a este, ni a mil como este y su compadre Cañamero. Gente que ha sido capaz de demostrar la violencia que anida en el comportamiento, los modos y las maneras salvajes de quien han dado en llamar "el macarra Bódalo". Entrecomillo, porque la apreciación no es mía. Son muchas las personas que se han visto afectadas por los desmanes y disparates de este endriago que resulta ser de lo más violento. De ahí que no se entienda muy bien que Pablo Iglesias pida indulto para este auténtico salvaje a tenor de la narración que de sus atropellos han hecho buena parte de sus víctimas. Que nadie crea que los de Podemos mean santo. Miccionan odio y sectarismo por sus esfínteres. Y no sé por qué si se trata de gente joven en su mayoría.

De hombre tranquilo, Bódalo no tiene nada. Si acaso intranquilo, de una intranquilidad que asusta. Que se lo pregunten a los propietarios de una heladería que tuvieron que sufrirlo al grito de: "Obrero en paro empresarios ahorcados" en una jornada de huelga general y pánico colectivo. Con la dueña de la heladería embarazada de seis meses, a la que no dudaron en zarandear y tirar al suelo hasta que el endriago se percató del embarazo. Como sería la salvajada que el sindicato se vio obligado a pagar 18.000 euros en concepto de indemnización y Bódalo, a aceptar dos años de prisión por delitos de coacciones, amenazas, daños y vulneración del derecho de los trabajadores. Son tantos los episodios de violencia que marcan la vida sindical y política de Bódalo que el del edil socialista es uno más que, por fin, le ha llevado a la cárcel.