A los pocos días de que el Tribunal Constitucional eche por tierra la ley Montoro, una nueva amenaza surge para el medio rural de Zamora: ¡el meloncillo! Vale que con ese nombre no parece que el animal vaya a poder llegar muy lejos como amenaza. Pero lo cierto es que ya hay ganaderos que especulan con que sea este depredador el que atacó a unas ovejas en Fermoselle.

La ley Montoro ha traído de cabeza a todos los ayuntamientos y diputaciones desde su aprobación. Porque con el lema "una administración, una competencia", apostaba claramente por quitar competencias y con ellas poder político a las entidades locales, a favor de otras. Pero en la práctica no ha hecho más desde su promulgación que aplazar esta decisión para que se siguieran prestando los servicios sociales, educativos y sanitarios desde los ayuntamientos.

Eso sí, con una provisionalidad que ha provocado perjuicios en el empleo, porque no ha permitido hacer contratos estables a quienes realizan tareas que no corresponden por la ley Montoro a los municipios. Que también ha causado un quebranto económico a los ayuntamientos, obligados a seguir prestando y financiando servicios que ya no eran suyos por ley pero que necesitan sus vecinos y vecinas.

Y que, por si esto fuera poco, ha supuesto que los informes de los altos funcionarios de las entidades locales hayan tenido que advertir de ilegalidad a los representantes políticos que votaban a favor de continuar con servicios como la ayuda a domicilio o el mantenimiento de escuelas o consultorios médicos. Amedrantando así a los concejales, conminados a elegir entre la absurda ley y las necesidades de sus vecinos.

En estas estábamos en provincias como Zamora, con casi doscientos cincuenta municipios y el doble de núcleos de población, todos ellos amenazados de muerte política por Montoro, que pretendía arrebatar el derecho a decidir sobre su pueblo a nuestros menguantes habitantes -nada que ver con el nacionalismo sino con el municipalismo-, cuando llega el Tribunal Constitucional y deroga algunos artículos de la ley de cuyo número no quiero acordarme.

Pero como si de una maniobra de distracción se tratase, a nivel estatal se abre el debate sobre la desaparición de las diputaciones y sus consecuencias en el mundo rural amenazado de desaparición, en el marco de los frustrados acuerdos para formar gobierno en España. Y aquí, por estos lares, surge una nueva amenaza para ese mundo rural, ¡el meloncillo!

O sea, que éramos pocos... y parió el meloncillo, cuyo nombre asusta tan poco que tiene que agruparse en fila india para formar una caravana que, en los lugares de donde procede, se llama "serpiente peluda", y eso ya es otra cosa ¡Un respeto!

Yo creo que nuestros ganaderos y campesinos sabrán hacer frente a este depredador forastero, como hacen desde siempre con el lobo, el jabalí, el zorro y otros depredadores autóctonos... además de la PAC y otras decisiones de ámbito europeo. Son luchadores.

De lo que no estoy tan segura es de que puedan superar la amenaza de la ley Montoro. Porque si el meloncillo "come las ubres y los cuartos traseros de los animales, como desde abajo" -se informa en este diario-, el ministro lleva años mamando de las ubres y dando por los cuartos traseros... desde arriba.

Así que, aunque el TC haya mandado parar en defensa del poder local, no está de más que los campesinos teman más al "comendador" Montoro que al "villano" meloncillo. Que a fin de cuentas el último no es culpable de su instinto, y el primero sí de sus decisiones.