Quizás porque solo han pasado veinte días desde las elecciones y estemos aún en la fase teatral de asunción de resultados, lo cierto es que casi todos los partidos suspenden la asignatura de pactos. Solo Albert Rivera, que ya mostró cintura tras la autonómicas dejando gobernar a la socialista Susana Díaz en Andalucía y a la popular Cristina Cifuentes en Madrid, en ambos casos la lista más votada, se acerca al aprobado. Por lo menos, muestra disposición y aporta soluciones imaginativas: para el Congreso propone que lo presida alguien de un partido distinto al que gobierne y que se cambie si es necesario, vía dimisión, la presidencia del Congreso para que no coincida con el signo de la presidencia del Gobierno. No está mal. Eso quiere decir que a partir del próximo día 13 el Congreso podría ser presidido por un socialista y, si finalmente Pedro Sánchez lograra formar gobierno, debería dejar paso a un presidente de las Cortes del PP. Tiene todo el sentido que el poder legislativo controle al ejecutivo. Y por cierto, ya que estamos en Montesquieu, que ambos poderes no mangoneen el judicial, como ahora sucede.

Salvo Rivera, o el socialista Antonio Hernando, que trabaja para un buen acuerdo al menos en la Mesa del Congreso, y muy pocos más, aquí nadie quiere hablar de pactos. Pero eso es exactamente lo que ha pedido la ciudadanía al no conceder la mayoría absoluta, ni de lejos, a nadie. Los electores quieren acuerdos y soluciones. Y sin acuerdos, no hay solución posible. Falta en España educación política para los pactos. En Cataluña han hecho falta tres meses y medio y un auto sacramental para alcanzarlo. Antes al contrario, hay aquí una retahíla de palabras y expresiones que se usan como denigración de cualquier pacto: traición, cambalache, bajada de pantalones, etc. Un alcalde socialista del Alto Aragón consultado es rotundo: "Si la dirección del PSOE se abstiene para que gobierne Rajoy, los militantes históricos nos damos de baja". Junto a esa rotundidad, el alcalde se escandaliza de que torpedeen un eventual acuerdo de Pedro Sánchez con Podemos, barones que gobiernan gracias a Podemos, como García Page, Ximo Puig o el aragonés Lambán. Aunque para torpedear ese acuerdo ya se basta Pablo Iglesias que sueña con la repetición de las elecciones en las que podría superar en diputados al PSOE al sumar centenares de votos de Izquierda Plural que no quieren que su voto sea inútil. Solo el PP, porque aspira a recuperar votos de Ciudadanos, y Podemos porque divisa un botín, si suma además los hastiados de la reyerta socialista, quieren que volvamos a las urnas. Quizás para esos dos partidos su situación particular mejore, pero la posibilidad de formar gobierno puede quedar incluso mas lejana. Y de nuevo la exigencia de pactos.

Entretanto, el riesgo es perder económicamente el año 2016. Desde junio de 2015 ya no acuden en procesión fondos extranjeros para invertir en el sector inmobiliario como antes sucedía, afirma un alto ejecutivo madrileño. Lo atribuye al mensaje negativo que enviaron Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, con su rechazo a nuevos hoteles de lujo más tarde transformado en moratoria, y la suspensión municipal de la importante Operación Chamartín que hubiera dinamizado el empleo en Madrid. Cristina Parias, responsable del BBVA España, llama la atención sobre el crecimiento de la economía en 2015 que, siendo muy positivo, tuvo mucha mayor intensidad en la primera mitad del año que en la segunda. Eso quiere decir que entraremos en el 2016 con menos inercia de la que las estadísticas del año pasado sugieren. Así que solo nos faltan cuatro elecciones en los próximos meses: catalanas el 6 de marzo, posibles generales en mayo y autonómicas gallegas y vascas en el otoño. Por no hablar de las turbulencias de la Bolsa por la tormenta china. Con ese cuadro escénico, convendría proponer a los políticos de todos los partidos, y de todas sus fracciones, un curso acelerado de negociación y pactos. Para formar gobierno habrá que alcanzar los 176 el Congreso. Y más aún: si se quieren reformar leyes fundamentales, incluidos algunos artículos de la Constitución, se exigen mayorías reforzadas. O hay capacidad para llegar a acuerdos o estamos en vía muerta. Repetir elecciones es solo pegar una patada al balón hacia adelante y ganar unos meses para encontrarse con lo mismo. O lo mismo pero empeorado.