¿Quién no cuenta en su vida con algún intento fallido? No puedo imaginar situaciones múltiples, de acuerdo con la naturaleza y las circunstancias de las distintas clases de personas; pero sí estoy seguro de que en cualquier circunstancia y cualquier profesión que haya elegido una persona, ha intentado en algún momento conseguir una ventaja o cambio a mejor con resultado negativo. Generalmente ocurre por motivos independientes de la propia voluntad y, por el contrario, muy dependientes de la una voluntad ajena. También ocurre -y con mayor frecuencia de lo que se cree- que una reflexión muy madurada ofrece a la propia elección motivos poderosos para desistir. Y otras veces, actuaciones de otras personas no han dejado tiempo suficiente para reflexionar y desistir del intento. En este último supuesto la impresión es muy honda y la cólera contra la propia resolución imposible de revocar es poderosísima. Siempre fijo mi atención en sucesos propios para hacer suposiciones sobre cualquier suceso. Es la manera de acertar siempre (o casi siempre) sobre el estado de ánimo que se crea en cualquiera ante un intento fallido: juzgar por lo que le ocurre a uno mismo es seguro para no equivocarse, ya que es muy distinta la manera de ser de las personas y, en consecuencia, la manera de reaccionar ante cualquier situación: lo que a uno le parece baladí, es para otro fundamental; lo que a uno le produciría un simple traspié supone en otro el motivo para echar por tierra grandes sacrificios anteriores y poner a cero su vida para comenzar otra desde ahí.

Por aludir a situaciones propias y públicas, mis aspiraciones políticas terminaron radicalmente el día 13 de junio de 1967. La insistencia de un antiguo alumno me había llevado a ofrecerme como candidato al Congreso de los Diputados por la provincia de Jaén, figurando en el número dos, como independiente, en la lista del Partido Agrario Español. La campaña electoral fue muy laboriosa: por la mañana, atendía a mis clases en el instituto; por la tarde, y muchos días hasta las dos de la madrugada, viajábamos a muchos pueblos de la provincia pronunciando mítines y manteniendo conversaciones con las gentes del pueblo. ¿Resultado? Paradójicamente en una provincia eminentemente agrícola, el Partido Agrario Español no obtuvo escaño alguno, ni para el Congreso ni para el Senado. Algunos de mis compañeros siguieron en la política, sin que sepa de alguno que haya obtenido algo de provecho. Mi decisión fue tajante: Me había ofrecido al pueblo -sin voluntad propia- y el pueblo no había contado con mis servicios. Nunca más volvería a intentar cosa alguna en la política. En lo sucesivo limité mis actuaciones a la tarea docente, primero en institutos de Enseñanza Media y luego en la Universidad de Alcalá de Henares donde me jubilé con el siglo XX.

En mis actuales intenciones se encuentra muy presente lo ocurrido en Cataluña con el señor presidente en funciones, don Artur Mas. Con una asiduidad sorprendente ha intentado dicho señor ser reelegido presidente de la Comunitat, cargo que viene desempeñando desde hace algunos años. Hasta tres veces el resultado ha sido negativo para su intento. Ayer era la prueba definitiva y el resultado fue definitivamente negativo. Hoy la prensa ha podido decir en portada: "Mas no será presidente". Ignoro por completo cuál será la actitud de Artur Mas en el futuro; sí supongo cómo debe estar afectado su ánimo con el definitivo resultado que ha sido un NO rotundo a su insistente ofrecimiento. Sí sé, en cambio, cuál hubiera sido mi respuesta a la primera negativa: no hubiera repetido el intento ni siquiera una vez; hubiera acatado la primera respuesta negativa y hubiera mandado a paseo la actividad política. La insistencia del señor Mas será muy admirable y tal vez alguien la encuentre justificada. Acaso sea por mis pocas intenciones políticas; pero yo hubiera dejado ese campo a la primera. Tal vez la intención de don Arturo tenga algo que ver con el afán persecutorio que últimamente se esgrime contra quienes ocuparon cargo público. Pero eso no ocuparía, ni siquiera por un momento, un instante en mis preocupaciones. Será admirable la insistencia de don Arturo Mas; pero a mí me parece excesiva. Y le deseo, en estos momentos, que ponga resignación en el lugar donde ahora actúa la decepción y dedique sus afanes a buscar la calma y serenidad que le ayuden.