El otoño ya no es lo que era. Antes se hablaba de la caída de la hoja, de la aparición de las castañeras, de la melancolía que se adueña del ambiente con la llegada del frío y la oscuridad y de cosas así. La naturaleza, el paso de las estaciones, podía con la actualidad. Ahora ocurre lo contrario. En vez de conversar sobre la vendimia, la sementera y, si llovía, el nuevo verdor del campo (hasta está en desuso la palabra "otoñada") charlamos, y polemizamos, sobre la visita del embajador de Venezuela, los análisis, contraanálisis, diagnósticos y terapia de los famosos "cien días" y no soltamos de la boca la palabra "Cataluña", que lleva camino de desplazar al tiempo en los saludos obligados de los ascensores. Claro que no falta quien piensa que la globalización y el hipermegaconsumo se han zampado también al otoño. Te acuestas por san Roque en medio de limonadas, encierros y ofertas de apartamentos en la playa y te despiertas entre turrones, peladillas y villancicos. Y a media noche, mientras te estiras, te martillean con el anuncio de la Lotería de Navidad. Así que no me extraña que los días pasen volando y que haya gente que ya ande preparando la Semana Santa del 2016. (Bueno, aquí en Zamora abundan los que no hacen otra cosa en todo el año, y más si es bisiesto, aunque solo sea por repartir estopa a hermanos de capucha). Sin embargo, el otoño, lo sintamos o no, está aquí. Y los problemas que suele traer, también. He aquí un pequeño muestrario.

1) El primero, la confirmación de que la despoblación ha venido para quedarse y se acentúa conforme pasan los años. Septiembre, con la reanudación del curso escolar y el fin de las vacaciones, es un mes criminal para los pueblos. Acaba el espejismo de agosto y vuelve el desierto con su carga sombría de desesperanza. Leo que Juan Vicente Herrera va a intervenir en Europa en una comisión sobre despoblación. Más de un colega me ha contado el chiste que corre entre la prensa: "¿Para decirle a los europeos cómo se combate esa despoblación o cómo se logra?". El sarcasmo no conoce fronteras.

2) La despoblación tiene, además, efectos secundarios. Como no queda gente en el medio rural, parece que las tierras y los productos no tienen dueño. De modo que proliferan las cuadrillas que arramplan con lo que pillan. Este año se han llevado la palma las almendras. Están caras y abundan los compradores. Conclusión: varear almendros aunque no sean tuyos. Lo curioso es que la gran mayoría de esos árboles está sin cuidar, semiabandonada. Pese a ello, milagro de la naturaleza, sigue dando frutos, como si fuera hasta el final fiel a su amo. Y quien habla de almendras puede hablar de nueces, manzanas, peras, membrillos. El campo se ha convertido en pseudocomunal por culpa del abandono y de los desaprensivos. De los que roban y de los que compran lo robado, aunque estos se llamen empresarios, emprendedores, etc. Menos mal que, en el asunto de las setas, se está poniendo orden y la riqueza que generan se queda donde tiene que quedarse, es decir, donde están los bosques.

3) Lo del precio de las uvas, sea cual sea la cantidad recogida, es otro de los males endémicos de esta tierra. Nunca se sabe cuánto valdrán, ni quién lo fija, ni las formas de pago, ni? Hay bodegas serias y formales, pero otras? Y luego está el intermediario, que jamás pierde, y ese colectivo abstracto llamado "los gallegos". Rara vez se conoce por anticipado cuántos kilos van a comprar y la fecha de vendimia. En muchos lugares, todo se hace de un día para otro, medio en negro, hasta que, sin previo aviso, suena la alarma. "Que ya no quieren más". Y, hala, a buscar compradores y quien "quiera" la uva. Me cuentan que este año, sorprendentemente, "los gallegos" pidieron bastante blanca. No la hay; o hay muy poca. Lo nuevos bacillares son casi exclusivamente de tinta. Así que ha habido labradores que se han quedado con la tinta en el majuelo y sin blanca que poder vender (y en el bolsillo). Lo triste es que en 2016 volverá a suceder algo parecido. Y retornarán las quejas y la inquietud? pero solo a finales de agosto. Hasta entonces, como si no pasara nada.

4) Y por si faltara algo, el Consejo de Ministros aprobó el viernes el llamado "impuesto al sol". O sea que usted no podrá poner una placa solar en su finca o en su casa sin pasar por caja. Dice el ministro Soria, el que iba a arreglar lo de la minería, que así se creará empleo, se ordenará el mercado y no sé cuantas cosas más. El día que cobren por respirar también nos contarán los beneficios. Todo se andará.