A vuela pluma comienzo señalando las palabras del papa Francisco que ha dirigido a la Asamblea de las Naciones Unidas este pasado viernes. Son contundentes: "La exclusión social y económica es la negación total de la fraternidad humana". Recomiendo leer entero este discurso que es historia real de tantos hombres y mujeres sometidos, esclavizados, negados, torturados por un sistema de la cultura del descarte, y cómo él se ha expresado diciendo que no basta un mero nominalismo que sirva para calmar nuestras conciencias.

Este discurso sintoniza plenamente con el evangelio de este domingo XXVI. El evangelista Mateo narra que Jesús responde a los ataques de los fariseos, que lo acusan de realizar su misión liberadora utilizando fuerzas contrarias a Dios. Pero en realidad lo que a ellos les molesta es que el pueblo sea libre y que descubra las grandes mentiras con las que ellos, los fariseos, lo han tenido engañado y dominado; esa es la causa de su oposición a la actividad liberadora de Jesús. En este contexto, Jesús pronuncia esta frase: "Quien no está conmigo, está contra mí". Lo que significa: el que no está a favor de la liberación del hombre está en contra de Jesús, porque está contra el bien del ser humano. Ante la liberación del hombre es imposible que alguien pueda permanecer neutral: o se está a favor o se está en contra, y el que está a favor de la liberación del hombre... aunque no sea de "los nuestros", está con Jesús y con sus seguidores.

Por eso Jesús se muestra contundente ante la palabrería de los dirigentes religiosos. Hoy serían aquellos que detentando el poder lo usan para sus propios intereses. De tal modo que los escándalos que vivimos son resultado de esos abusos de poder.

Las palabras de Jesús no pueden dejarnos indiferentes y menos a los que nos consideramos cristianos: "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar". ¿A quiénes se refiere Jesús? No son los niños aludidos en domingos pasados sino que son los que han decidido ser pequeños, esto es, los que han renunciado a dominar a los demás y han sustituido en su vida el deseo de poder por el espíritu de servicio. El escándalo es hacer tropezar a alguien que lucha por la instauración del reino de Dios en este mundo; el escándalo de los pequeños es aburrir, desanimar, cansar al que está comprometido con la lucha por la liberación, hasta conseguir que abandone. O simplemente intentarlo.

Estás llamado a ser pequeño desde la fe porque el mundo se transforma no desde arriba sino desde abajo. Ánimo.