Estoy hasta las narices de que permanentemente se esté ultrajando la bandera de España y apostatando de ella. Estoy hasta las narices de que la arríen de edificios públicos, la quemen, la insulten e incluso la cambien por otra tricolor que no es la nuestra, que no es la que simboliza la nación y es signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria y que, además, representa los valores superiores expresados en la Constitución. Estoy hasta las narices de que algunos quieran que represente valores inferiores y que solo cuando gana la selección española de fútbol al personal le entre la fiebre patriótica, que no patriotera, y decida envolverse en ella.

Insultan con comportamientos y actitudes deplorables a la bandera de su patria y muestran respeto por otras banderas, como la de las barras y estrellas, llegado el caso y sobre todo si se ha trasladado el domicilio a Estados Unidos. Son las típicas incongruencias de los «culo mal asiento» patrios que despotrican de lo suyo pero abrazan lo ajeno con verdadero fervor. Son los modernos iconoclastas, a los que hay que sufrir en pro de la paz y la convivencia en armonía. Descuide usted, ellos no respetan a quienes respetamos la bandera de España, a cuantos le dispensamos el tratamiento y los honores que merece. Sin embargo nosotros tenemos que respetarlos a ellos. Y eso que somos más, frente a los menos. Mal lo que hacen en Cataluña y Vascongadas. Pero peor lo que puede llegar a hacerse por estos lares tan alejados del fanatismo independentista.

El último mal ejemplo lo ha dado el que debiera ser templo del saber y el respeto: la Universidad del País Vasco. Ese recinto de libertad donde utilizaban como diana el rostro de la profesora Gotzone Mora Temprano por el simple hecho de no pensar y actuar al dictado del rebaño que conforma una dudosa mayoría. Pues bien, la UPV ha retirado la bandera de España de sus sedes y no está dispuesta a izarla. No importa si el color de las subvenciones es rojo y gualda, pero la bandera del mismo color, lo más lejos posible de la vida académica. Así se las gasta esta gente que tanto debe a la inmigración procedente de este lado de sus lindes ahora autonómicas, antes regionales. ¡Tiene bemoles!

Y hay que aguantar. Y eso, a pesar de argumentar con sentido común por qué debe ondear la bandera de España en los edificios públicos de España, conformada también por Vascongadas, Cataluña y la Galicia del BNG. Por eso aplaudo la iniciativa llevada a cabo en Zamora, para que el próximo junio, en la Plaza Mayor, todos los zamoranos que así lo deseemos, hombres y mujeres, todos en igualdad, podamos «Jurar Bandera», podamos mostrar nuestro respeto a la bandera de España, a nuestra bandera, a la de todos sin excepción por mucho que algunos quieran constituirse en excepción. No he oído una sola voz en contra. Lo único que escucho a viejos y jóvenes es expresar su deseo de jurar bandera en su tierra, en esta Zamora aparentemente tranquila que se mueve y conmueve por pocas cosas, quizá porque somos de ese jaez. El caso es que somos más pero hacemos menos ruido y no siempre nuestro silencio es prudente. A veces es un silencio cobarde. No hay que gritar más pero sí hay que argumentar. Y en eso no nos ganan. El caso es que las ofensas y ultrajes a la bandera de España tienen su castigo por Ley, solo que no se aplica con la contundencia que se debiera. Que ojalá, la jura civil de bandera del próximo 16 de junio, sirva también de desagravio a la enseña de España y de todos los españoles sin excepción.