Dicen los expertos que vivimos una forma de felicidad ficticia basada en el tener, en el bienestar material y que dejamos atrás el bienestar espiritual, los adentros, que diría una amiga mía muy querida. Dicen los expertos que, dada la situación, no dejamos hueco para desarrollar el optimismo, con lo saludable que resulta, cuando numerosos estudios han puesto de relieve, sobre todo en los últimos años, que la percepción subjetiva de la salud mejora cuanto más optimistas somos.

No podemos dejarnos embargar por la situación actual, por desesperada que sea. Si al optimismo le sumamos la felicidad, hasta podemos llegar a sentirnos mejor físicamente. Los expertos sostienen que el optimismo cura, que vivir emociones positivas es de vital importancia puesto que aumenta el espíritu de lucha, las ganas de vivir, el ánimo necesario para afrontar los malos momentos. Encontrarse bien con uno mismo es ganar en salud.

Existe una conexión directa entre las emociones positivas y el estado físico. Este tipo de emociones influyen incluso en el sistema inmune. Y así debe ser porque me encuentro como una rosa, tras una emoción que no me resisto a contar. Hace tiempo, por una bobada, porque ciertas actitudes negativas como el enfado son producto, las más de las veces, de una bobada, dejé de saludar o fue una dejación mutua, con dos personas que aprecio: Paco y Laura.

El otro día, Paco y yo cruzábamos el umbral de la misma puerta. Fue inesperado. Harta del distanciamiento, del hielo que nos rodeaba, decidí llamar a Paco y hablar. Estoy como unas castañuelas porque fue una conversación amena, sincera, emotiva, de disculpas por ambas partes. ¡Basta ya de malos rollitos que no conducen a nada! Dos besos en la mejilla sellaron lo que es, sin duda alguna, más que un propósito de enmienda, más que una simple intención. Basta ya de mirarnos a la remanguillé. Basta ya de pasar unos al lado de los otros como desconocidos.

Desde el día 18, cuando se produjo el encuentro fortuito, estoy más feliz y me siento más optimista. He recuperado, si no a dos amigos, en el sentido amplio de la palabra, si a algo más que dos conocidos a los que aprecio, para que voy a andar con rodeos. Me noto con otra fuerza, con otra vitalidad, con una nueva alegría. Es por la emoción positiva que me causo la conversación, el camino al unísono Santa Clara arriba hacia la Avenida y todo lo que escuché de labios de Paco que no era otra cosa que verdades como puños, y no en alto ni en señal amenazante. Aquella conversación, Paco, me cautivó. Y eso que seguimos teniendo puntos de vista distintos y distantes sobre esto y aquello, pero nunca más sobre la cercanía que nos han proporcionado los años.

Cuán fácil resulta rozar la felicidad y llenarse de optimismo. A veces las nubes de un cabreo absurdo no nos dejan ver la fuerza de la amistad, del cariño o del reconocimiento. Una sonrisa, una mano tendida, un beso, una palabra amable, un acto de cariño pueden ser como una inyección sanadora. Cuánto bien me hizo aquel paseo, aquella conversación en la que descubrí a un Paco para mí desconocido que, ya digo, me encantó. Como me encanta esta nueva situación que, en realidad, debería ser vieja, porque nunca debí cerrar la puerta del saludo, al saludo y a la cortesía de Paco y de Laura. Gracias por atenderme y entenderme. Gracias por ese trayecto que espero se repita. Hay que ver cuánto bien me ha hecho aquella emoción positiva.