El asesinato por odio y el peor de los racismos vuelven a golpear a Europa. Esta vez ha sido en Francia, mañana o pasado puede ser en cualquier otro país del orbe comunitario. El miedo es libre y parece haberse instalado en países como Bélgica y Estados Unidos donde ya conocen las consecuencias del odio, de la venganza y del racismo. Cuando alguien decide asesinar a sangre fría a niños y adultos y se prepara a conciencia para ejecutar sus planes, hay que echarse a temblar porque nada le detendrá. No es la primera vez que grupos neonazis descargan su antisemitismo contra los franceses judíos que han sufrido agresiones y han visto durante años cómo se profanaban sus cementerios, se atacaban sus sinagogas y centros de reunión. La agresión nunca había sido tan brutal como la perpetrada contra los niños y el profesor de la escuela de Toulouse.

Y me da igual que se atrincheren en el nombre de Al Qaeda que en el del peor nazismo. Asesinos son unos y otros. Lo cierto es que el resurgir neonazi es una realidad de la que Europa no puede permanecer ajena. El odio hacia los judíos está aumentando en el mundo. Ese odio se materializa en forma de violencia contra las comunidades judías de cualquier país del mundo, fundamentalmente de Europa o bien bajo la deslegitimación del Estado de Israel hacia el que tantos vuelven sus ojos con ira. Como si Israel fuera culpable directo de los males que están asolando a tantos países de Oriente Medio.

Hay que tener memoria y recordar que, en los últimos años, los atentados contra judíos han crecido en algunos países. España no es ajena a ese crecimiento, hasta el punto de que el IV Seminario Internacional sobre Antisemitismo presenta a España con uno de los niveles más altos de Europa. Vamos de buenos y de tolerantes y una cosa es predicar y otra bien distinta dar trigo. En todo caso el trigo que se da está envenenado. No se puede educar en el odio como tampoco se puede crecer en el odio. No se puede juzgar a todo un pueblo por las decisiones políticas de sus gobernantes. En el caso judío así se hace, con los resultados que todos conocemos. Cuántos de ellos se ocultan y no tienen el eco que por ejemplo ha tenido la matanza de Toulouse.

Las acciones más violentas contra los judíos suelen protagonizarlas neonazis, yihadistas e islamistas pero el antisemitismo se extiende como un reguero de pólvora tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda. Lo terrible es que empieza a entrar por la vía más envenenada en los patios de vecindad. La minoría judía, como otras minorías, está al descubierto y por lo tanto en peligro. No hay que crear alarmas absurdas y mucho menos infundadas pero son muchas las voces autorizadas que estos días se levantan advirtiendo en el sentido de que Europa, toda Europa, debería estar preocupada. Francia no está dispuesta a ceder al terror, el odio no puede ganar ni batallas ni guerra alguna. La firmeza del presidente Sarkozy debería servir de ejemplo a quienes permiten que las ideologías del odio, del racismo y de la violencia más extrema habiten entre nosotros e incluso acabemos viéndolas como algo natural.