Todavía estoy sobrecogido con la decisión de un juez de dejar en libertad al asesino más repugnante, cruel, desecho humano por excelencia que es el Rafita, Rafael Fernández García. A este sujeto le cupo el asqueroso deshonor de acabar con la vida de la joven Sandra Palo.

Siempre, por norma, creo que debemos acatar las decisiones judiciales. Nos gusten o no. Lo contrario sería convertir nuestra Democracia en una jungla. Pero si hay que aceptarla en delitos de latrocinio de nuestros políticos corruptos, para mí las sentencias benévolas con los matadores en los delitos de sangre son especialmente dolorosas.

A menudo, agarrándose al hilo de la edad, criminales obscenos como el que nos ocupa, quedan en la calle riéndose ante las narices de la sociedad. El hijoputa, aferrado a sus catorce años, violó con otros dos menores a una joven que padecía una minusvalía psíquica. La atropellaron repetidamente con el coche y le prendieron fuego. Como eran menores, aquí no ha pasado nada. A seguir robando, a seguir matando? Hay cosas que mi mente no alcanza. Una niña puede abortar desde muy jovencita, porque se la supone madura, en el mismo caso, si un sinvergüenza de la misma edad mata de forma premeditada y terrible, apenas tiene pena porque como es pequeñito, no tiene responsabilidad. O poca.

Este mamón tardó 36 horas de salir de la cárcel desde que lo detuvieron. El magistrado dice que tiene que acudir al juzgado cuando se lo requiera, ya ves tú. A bailar la yenka. Este tío ha sido perseguido por decenas de policías en larguísimas veladas para que, cuando lo trincan, diga el juez que vuelva a casa.

A veces parece que la Justicia es tonta, muda, ciega y coja. Después de salir airoso de su crimen, ahora la bestia humana había sido detenido por una triple imputación de la policía: había robado coches, pertenecía a un grupo criminal y agredió a los policías que le detuvieron.

Ninguna de estas cosas ha sido suficiente para que se pase unos meses entre rejas. Seguro que si cogen a un mendigo cogiendo un mendrugo de pan de una cesta de una panadería, lo fusilan al amanecer.

A mí no me cabe duda de que el juez lo habrá dejado libre en orden a las complejas leyes que rigen, pero huele tan feo, huele tan mal, tan fétido, que parece que a la justicia le han cortado la mano de la espada y nadie se ha molestado en ponerle un apósito para que no se le gangrene.

Estoy, como muy pueden ver, que echo las muelas. Me imagino a esos policías haciendo guardia días enteros para coger al malhechor y, una vez detenido, lo ven salir por la otra puerta haciéndoles una pedorreta. Y menos mal que fue él el perro que mordió a los policías en su intento de evasión. Si llega a ser el perro de la policía el que le hace a él un rasguño en el culo, policías suspendidos de empleo y sueldo, tildados de torturadores y franquistas?

Para detener al asesino hicieron falta doce policías. No sé para qué les pagamos si su trabajo, finalmente, no vale más que para poner su vida en peligro. Que quiten la policía y campen estos criminales por sus respetos.

El delincuente, en su resistencia, fue ayudado por sus familiares, que debían haber acabado con él en la cárcel. Menos mal que estaba en busca y captura desde agosto por pertenecer a una banda dedicada a robar y desguazar vehículos.

Yo supongo que, cuando la policía monta estos operativos, en los que incluso se disfrazaron de barrenderos para acercarse a él, lo harán con la preceptiva orden judicial. Para qué lo quería el juez, para ver si había engordado?

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