Se ha llegado a glorificar a los deportistas de élite cual héroes de nuestro tiempo porque nada concita tanto entusiasmo como sus hazañas. De ahí la exigencia de ejemplaridad que ningún profesional que se precie, debe soslayar. Así las cosas, resulta lógica la generalizada reacción de escándalo ante la noticia de la conducta fraudulenta de figuras famosas del atletismo español. En efecto, la trampa, y especialmente la reiterada, es la negación absoluta del espíritu deportivo y significa ofensa grave a la afición sorprendida y decepcionada. Más de sesenta deportistas incontaminados repudian a los tramposos; y al ministro Rubalcaba le parecería terrible que las trampas de unos pocos mancharan el sacrificio de los otros; y de trampas y tramperos algo debe saber el reputado todopoderoso vicepresidente. Pues aquí, en el reino del trampantojo y el engaño, la trampa es un recurso corriente que se acepta sin excesivos remilgos. «Juegan los Reyes, todos taures...», comentaba un antiguo cronista muy seguro de que la ejemplaridad viene de arriba.

En el reino de la trampa, el estado de suspicacia: se contemplan los hechos con las antiparras de la sospecha. Hay quien se malicia del reventón ciertamente oportuno del pustulento divieso del deporte. Decía Cela que la inspiración hay que trabajarla; de la oportunidad podría decirse que hay que buscarla pues pocas veces surge espontánea. En el caso de los controladores, aún no se ha demostrado la oportunidad del decreto ministerial que, según confiesan, los enloqueció; la excusa podría ser cierta pero nunca justificaría el culposo abandono de un servicio esencial. No es absurdo preguntarse si la ya famosísima «operación Galgo» pudo reventar el divieso en otro momento de menor tribulación y agobio para el Gobierno. La cosa es que de un tiempo a esta parte, con razón o sin razón suficiente, se pone en cuarentena la nuda oportunidad de hechos y decisiones; se repite la cantinela de que se ofrecen temas que pueden resultar apasionantes para el personal, a fin de que se distraiga del gran asunto que el Gobierno desea que olvide: la pertinaz crisis que «entra en la última curva», (es un decir). Y en el caso que nos ocupa, lo que importa es que la operación de la Guardia Civil haya resultado tan eficaz como todas las suyas.

Esta es Castilla que hace los hombres y los gasta . La quejumbrosa reflexión es aplicable a los héroes que el mundo mediático un día eleva al podio de la fama y al otro, los derriba: ocurrió, por ejemplo con el Real Madrid de los cacareados galácticos; e1 mundo sideral, como bien sabe Leire Pajín, engaña o -lo que parece más cierto- no se aviene a los engaños. Por el doloroso trance presuntamente merecido, pasa ahora la campeonísima palentina, «ayer no más» reina del atletismo español; la sentencia del otrora cuarto poder ya no se la quitará nadie. Es significativa o al menos, curiosa, la unánime condena de controladores rebeldes y deportistas tramposos, cuando los casos son notoriamente muy distintos también en el aspecto penal. Cumple valorar en lo que vale y significa el serio comentario del prudente Guardiola, famoso entrenador del «Barça».