Hace ya varios años que el balonmano zamorano se esfuerza día a día por escribir nuevas y brillantes páginas en el libro del deporte zamorano. Ayer, el primer equipo del Club Balonmano Zamora consiguió firmar otro brillante capítulo que recordar en tiempos como los actuales, en los que las alegrías escasean y los medios para hacerlas posibles también están contados.

Sin embargo, el texto con el que se rellena este hito deportivo cobra especial relevancia cuando uno hecha la vista atrás y recuerda, con una sonrisa en la cara, el punto de partida. A aquellos que ahora acuden a disfrutar de los partidos desde la grada veían tan lejos el balonmano de alto nivel. Ellos, su implicación y su amor por un deporte que muchos continúan practicando informalmente, escribieron el encabezamiento de un relato que cobró vida con la llegada de Eduardo García Valiente y sus colaboradores.

El charro supuso un punto y aparte en una entidad que, bajo su esquema, no ha parado de crecer. Su valor estuvo en dar forma a un proyecto con líneas maestras sencillas. Renglones sobre una cuadrícula de trabajo en la que todos tienen un papel que les hace tan importantes o más que su compañero. Y ese es el gran valor de este fin de semana inolvidable para el balonmano de la localidad del Duero por muchos motivos.

Es esa unión de tareas, ese conjunto cuya suma es superior a todas sus individualidades, es por la que pasan muchas veces los éxitos sobre una pista. No es exclusiva del Balonmano Zamora, ni mucho menos, pero si es parte fundamental de la identidad que tiene esta entidad cada vez más conocida en el panorama nacional. Y es la base de su triunfo en la fase de ascenso celebrada en Soria.

El trabajo aumenta las posibilidades de éxito para cualquier empresa y, en este caso, hizo realidad un sueño que en otro tiempo era descabellado. Incluso en Coia, donde se ascendió a Primera, la División de Plata sonaba lejana pese a la euforia del momento.

Hace cuatro años, en Vigo, la tarea era difícil pero nada comparada con el salto que se ha dado en Soria, donde el nivel invita a pensar en palabras mayores. Y es que, tanto dentro como fuera de la pista, los tres rivales del campeón mostraron una gran profesionalidad que invita a pensar en la exigencia del futuro más inmediato.

Zamora merecía ya contar con su balonmano en Plata pero, ahora, tiene que ser una ciudad de esta categoría. Es un enorme salto tanto para el equipo, como para el club, la afición o las instituciones. Supondrá una tediosa labor adaptar a su nuevo status y hacer crecer más la estructura del deporte de Manuel Camba o Elvira Fernández. Dos personalidades unidas a esa filosofía del esfuerzo que no hace ni al triunfo o ni a la derrota menos efímeros o posibles pero que si otorga una importante red de seguridad.