Llueve en Zamora y milagro parece tras semanas de secura y aridez. Cosa extraordinaria resulta el respirar cuando se están dando las boqueadas. Singular es el cante de Manuel Castulo cuando lo que ventea es la raíz, la esencia, lo primigenio, lo vital en tiempos de artificio. No es cantaor de fachada, que es de interior, de concitar emociones y dejarse llevar por lo que duele. Navega ahí, entre las costuras de lo jondo, del decir profundo que allana soledades y conquista las cumbres del sentir. El domingo lanzará al viento su quejío en Coreses (pabellón multiusos La Arena, 19.00 horas) junto a Miguel Escudero. A la sonanta José de Pura y Miguel Uña, palmeros y un público animoso, que "Luna de Coreses" cumple dos ediciones, un logro en tiempos de restricciones y de miradas cortas. El de Mairena del Alcor pondrá al pueblo de Tierra del Pan en el mapa del flamenco. "El cante es el espejo del alma. Es mi forma de expresar la verdad de la vida", dice en la entrevista telefónica. Eso y otras muchas cosas que en el decir también es largo.

-El ser de Mairena del Alcor y cantaor, ¿marca impronta?

-Mairena ha sido siempre foco principal del flamenco. Y no solo por Antonio, que fue quien la puso en el centro del mapa del cante. Siempre ha habido grandes artistas en esta tierra. Y sí, ser de Mairena es una responsabilidad añadida, que asumo y me espolea a trabajar aún más.

-¿No obliga también a circular por caminos trillados?

-Es muy importantes conocer los palos, ejecutarlos como ha sido siempre. Hay unas raíces y una forma de expresar el flamenco, pero el arte está vivo. No se le pueden cortar las alas, está en constante evolución y es necesario construir sobre las bases, pero, eso sí, las bases están ahí y son las que sujetan todo el edificio. Hay que cantar flamenco por derecho sin olvidarse del sello personal. Si se pueden añadir instrumentos, pues no pasa nada, siempre que se respete el origen, la fuerza de la expresión...

-Los expertos dicen que se canta como se es. Su cante es profundo, abierto, vital, sin miedo a romperse, ¿usted también es así?

-El cante es el espejo del alma. Es mi mejor manera de expresar como soy, mis sentimientos, mi forma de entender el mundo, con todo lo que eso supone. Tiene que haber verdad.

-El aroma "mairenero" está en todos sus interpretaciones, ¿cree que eso limita su proyección o todo lo contrario, le ayuda a lograr la perfección, abrir un nuevo horizonte para ir adelante, para progresar sobre una base ya hecha, muy consolidada?

-No puedo negar mi marchamo "mairenero". Antonio Mairena creo escuela que hemos seguido muchos, fue una auténtica enciclopedia, hizo una gran labor, pero hay que seguir adelante, avanzar. Nunca es bueno quedarse parados. Seguiré siempre buscando la profundidad, la autenticidad, la raíz. Soy Castulo y tengo mi personalidad.

-Quienes protagonizaron la Edad de Oro del Flamenco ya no están con nosotros, viven en otro sitio, en la eternidad. Se abre un mundo nuevo a una generación nueva, ¿cómo encara el panorama actual?

-Desgraciadamente muchos grandes maestros ya no están con nosotros. Tenemos que aprender a vivir sin ellos. El tiempo irá marcando lo que ocurre con los que aquí estamos. Hay que seguir trabajando desde la lealtad, desde la honestidad, seguir aprendiendo porque el futuro está por hacer.

-Usted se ha hecho en los concursos, conduciendo su garganta hacia la perfección para poder ganarlos. Es capaz de abordar todos los palos. Eso gusta al aficionado cabal, ¿pero no cree que paradójicamente eso limita su proyección en un mundo donde cada vez hay menos buenos aficionados y más seguidores y amigos?

-Por mucho que evolucione, siempre seré un cantaor clásico, eso lo sé, un cantaor profundo. Me pueden acompañar con el violín, pero la esencia estará ahí. Cualquier instrumento puede aportar para conseguir transmitir, llegar a quien escucha. Esa es la clave del arte: llegar al otro, hacerle sentir. Por ahí puede ir el avance, hacer que más disfruten con tu manera de interpretar.

-El jondo fue llevado en volandas durante muchos años por artistas gitanos, ahora parece que ocurre lo contrario, que son los payos quienes agarran el volante, ¿usted cree que un arte universal puede tener conductor?

-El flamenco es universal. No es ni de payos ni de gitanos. El cante lo hace grande quien lo canta, sea gitano, payo o indio. Es verdad que el gitano tiene una forma particular de quejarse, pero eso no quiere decir que el payo no sienta también de forma particular.

-¿El flamenco es social, es expresión del pueblo o lamento intimista, la ventana del alma?

-Es un poco todo. Pero es verdad que cada vez se canta con menos profundidad. En las actuaciones te piden seguiriyas, soleares, tientos..., pero también fandangos, bulerías, alegrías... El público es cada vez más heterogéneo y el cante también.

-Su último trabajo se llama "Entre Tiempos", ¿por que ese nombre. Tiene que ver con un momento de cambio en lo personal y también en lo social?

-Sí, se refiere a la transición por la que estamos pasando. El mundo está cambiando a velocidad de vértigo, en todos los sentidos. Hay crisis económica, social, pero también de valores. Es difícil ubicarse en un universo tan cambiante y eso nos influye a todos, en lo personal.

-Si tuviera que definir cantando la situación que vive el mundo, ¿con qué palo lo haría?

-Lo tengo muy claro, lo haría con una seguiriya, es el palo que mejor se presta a la queja.