Sirva la confidencia como ilustrativa anécdota. Esta conversación tenía lugar el 1 de mayo, el festivo Día del Trabajo, y el interlocutor, un próspero empresario del mundo del automóvil, confesaba que se aburría. El parón de actividad impuesto por la fiesta inquietaba a Saturnino García Tamarit, zamorano de Santa Clara de Avedillo que ha marcado un hito en su "hoja de servicios" con la inauguración del concesionario más grande de Europa de la marca automovilística Kia, de la que es uno de los pioneros en España. Y con un padrino de excepción: el tenista Rafael Nadal.

El acontecimiento sirve de enganche para conocer al padre de esta proeza empresarial en tiempos complicados. "Las grandes inversiones las he hecho en época de crisis" confiesa García Tamarit con la misma naturalidad que evoca una trayectoria guiada por tres premisas: constancia, honestidad y trabajo. "Mi éxito ha sido a base de trabajar sábados, festivos y fiestas de guardar. Así de claro".

Es la receta de quien a sus 68 años continúa al pie de cañón, sin intención de abandonar, pese a los problemas de salud sobrevenidos por un trasplante de riñón. "La enfermedad te hace valorar muchas cosas. Una de las veces que estuve en el hospital después de pasar por el quirófano, veía desde la décima planta de mi habitación a una persona que corría para coger el autobús. Y yo pensaba, cómo me gustaría decirle que es rico. Hay que dar valor a lo que realmente uno tiene" confiesa el zamorano al otro lado del teléfono.

Invitado a de echar la vista atrás llegamos a aquel mes de marzo de 1949 cuando Saturnino García Tamarit venía al mundo en Santa Clara de Avedillo. Hijo de Afrodisio y Elena Dosinda, Satur, que así prefiere ser llamado, fue el menor de seis hermanos nacidos en el seno de una familia de agricultores. "Mi niñez transcurrió ayudando en el campo hasta los 16 años que salí por primera vez del pueblo para Bilbao, donde tenía una hermana".

La inquietud del pequeño de los García Tamarit le llevó muy pronto a Suiza con un contrato de la construcción, como tantos españoles que fueron a ganarse el pan "en aquellos años difíciles". En su caso la aventura migratoria duró poco tiempo, volvió reclamado para hacer el servicio militar y se asentó en Madrid con otra hermana donde se formó como mecánico. Tenía 22 años cuando comenzó como aprendiz en un taller. Los veranos eran para volver al pueblo y "ayudar a mis padres en el campo; esas eran mis vacaciones". Un deber tan asumido que, confiesa Satur García, "la primera vez que me dieron vacaciones ya trabajando se me hacía raro que me pagaran sin trabajar".

Espíritu tan vital e inconformista no podía conformarse con el salario de un taller, así que con 33 años el zamorano se establece por su cuenta montando el suyo propio. "Estando en Suiza fui atrevido y me compre un piso en Zamora y luego trabajando en una marca de coches nos dieron la oportunidad de dejar la fábrica con una indemnización de dos millones (de las antiguas pesetas). Cuál sería mi sorpresa que cuando fui a pedir mi cuenta me dicen que era un buen operario y no me podía marchar. Yo ya tenía todo arreglado para abrir el taller, así que me llamé al enlace sindical y con mis botas llenas de grasa llegué hasta el director general, que era francés, se dio cuenta de que yo tenía razón y por fin con mis dos millones, lo del piso de Zamora y, por qué no decirlo, un crédito, pude lanzarme y empezar mi carrera en el mundo del automóvil. Fue mi salida al éxito pero, no crea, con todas las tinieblas" asevera.

Un negocio modesto en el que el jefe no era uno más -"para mí no había fiestas"-, aunque después de muchos años pudo llegar a disfrutar de unas vacaciones con la familia. El taller iba bien, no había razones para enredarse. Pero García Tamarit de nuevo aspiraba a más. "Si me hubiera parado ahí seguro que hubiera tenido una calidad de vida que ahora no tengo; es que no he tenido ni tiempo de jubilarme pero el día que lo haga ya te has caído con todo el andamio".

Tan acelerado ritmo de vida igual pone las pilas que agota. "Es un sinvivir; hace diez días, en vísperas de la inauguración, pensábamos que teníamos que suspender porque unos vándalos hicieron un daño tremendo. En otra ocasión estando en Málaga, me llaman a las cinco de la mañana para decirme que habían entrado; y otra vez, disfrutando de la fiesta de mi pueblo, entraron tres veces seguidas; al final me tuve que venir. Honestamente, ha sido duro, muy duro" revela.

Pero Satur García Tamarit no entiende su vida sin ese ritmo trepidante que para nada le impide apartarse de sus orígenes. Porque en Santa Clara de Avedillo nació todo y nunca se ha desvinculado del pueblo, ni de sus amigos, aunque "cada vez puedo ir menos por el trabajo". Últimamente también debido a los achaques físicos y "aún así no le debo ni un día de paro al gobierno".

Lamentablemente no pueden decir lo mismo tantos trabajadores que perdieron su trabajo. "He sido una persona muy observadora a lo largo de mi vida y he visto cómo en aquellos años de bonanza muchos jóvenes se dedicaron a ganar dinero sin preocuparse de agarrarse a un oficio, sin formarse. Tanto es así que a veces tenemos problemas para contratar a gente cualificada; ahí está el problema" lamenta. Y con la misma sinceridad se indigna con la corrupción y el lucro de grandes empresas nacionales e internacionales "que con toda la desfachatez dan cifras millonarias de lo que ganan y luego pagan salarios ruinosos. Como empresario digo que hay que pagar dignamente a los trabajadores para que tenga calidad de vida, puedan comprar un coche o irse de vacaciones,; que consuman y esto marche".

Satur sigue al pie del cañón, aunque sin renunciar a su afición taurina. "Entre las cosas que se llevaron los vándalos esta última vez estaba el abono de la Feria de San Isidro" confiesa. De la misma manera que le inquieta la situación crítica del campo este año. Como buen hijo de agricultor está muy pendiente del tiempo. "Hay gente que no sabe ni de dónde viene el pan ni de dónde salen las nueces. A mí, cuando hay una sequía como la de este año me afecta, me voy a la cama y me despierto viendo el parte meteorológico en el teléfono. Nunca debemos olvidar de dónde venimos".