Cuando el ciudadano sudafricano Craig Wallace, su mujer y dos de sus hijas se afincaron en Villar de Farfón, la población de este pequeño pueblo carballés automáticamente se duplicó. Esta familia reside desde hace seis años en el pueblo, dependiente del municipio de Rionegro del Puente, al pie del Camino de Santiago, el Mozárabe sanabrés. Durante 35 años Creig Wallace ha recorrido el mundo como misionero, en respuesta a una vocación personal y religiosa que le ha llevado a lugares tan dispares como Zambia o la India. Dos de sus hijas han nacido precisamente en India y su hijo mayor en Sudáfrica. Dorotea, su esposa, es alemana.

Recalar en España fue inesperado. Tras permanecer 10 años en la India, las autoridades no permitieron renovar su visado y la familia tuvo que abandonar el país. Detrás dejaban las 17 pequeñas escuelas para niños pobres y huérfanos que habían fundado en esa década. Hacer pequeñas escuelas surgió tras acompañar a un voluntario de una ONG por las calles y encontrarse con un niño descalzo jugando al fútbol en la calle. Wallace preguntó: ¿cómo es que no iba al colegio si podía ir gratis? La respuesta de su acompañante fue "porque no tiene zapatos para entrar en la escuela". Esa respuesta le revolvió la conciencia y comenzó su proyecto de pequeñas aulas con donativos, el trabajo de voluntarios. "En 35 años nunca hemos recibido un sueldo" por eso los profesores eran voluntarios. "Si podemos ayudar, ayudamos".

La decisión de las autoridades indias empujó a la familia a buscar otro lugar en el que continuar con su labor. En ese proceso de búsqueda llegaron a España y conocieron la existencia del Camino de Santiago. El primer camino que realizaron a pie fue de León a Santiago de Compostela. En 2006 fue el Camino Mozárabe. En ese momento su fe le conducía a abrir un albergue en el camino. El camino da muchos testimonios de la búsqueda personal y religiosa de miles de personas "es la búsqueda espiritual sin saber exactamente lo que buscas". Wallace tiene claro que la respuesta es Cristo.

Su obra personal y religiosa se deposita en su profunda fe en Dios. Wallace afirma que de joven no era una persona religiosa, todo lo contrario. "Desde que conocí a Cristo me dediqué a ser siervo de Dios. Tuve una conversión muy radical, de ser no creyente -su familia es anglicana- a ser siervo de Cristo". En España, él ha notado que la religión es más una cuestión cultural que de una fe real. "Al pie del camino de Santiago puedo hablar a la gente de Cristo, pero en una playa yo no puedo hablarles de este tema".

"No teníamos un duro" pero no tuvo ninguna duda de que "si Dios quería, podríamos hacer un albergue. Llegué a un punto que le pedí a Dios conseguir el albergue, pero sabía que era la voluntad de Dios". El cabeza de familia se planteó que el albergue estuviera en un pueblo donde no hubiera otra hospedería, que la casa estuviera al pie mismo del camino y que la construcción fuera con un corral, un lugar para descansar los peregrinos y una vivienda, un hogar para la familia.

Esa casa apareció en Villar de Farfón pero muy deteriorada y con el contratiempo de "no tener dinero". Pedían 20.000 euros, pero en poco más de un año solo habían conseguido 7.000 euros. "Un amigo y yo hicimos el camino sanabrés hasta Finisterre y al terminar dejó un sobre con 1.000 euros. Llegó un momento en que nos rendíamos, aunque preguntamos a los dueños si con ese dinero no podríamos comprar un solar. Habían pasado dos años. Su sorpresa fue que en ese tiempo los dueños habían rebajado a 10.000 euros el precio de la propiedad. Otra buena noticia se la comunicó su madre desde Sudáfrica, habían recibido donativos por importe de 2.000 euros para su proyecto o para comprar los billetes de avión de regreso". El regreso ni se lo planteó. Solo faltaban 1.000 euros para completar el precio de la propiedad. De su paso por la ciudad india de Varanasi llegó el último intento de completar el dinero de la compra. Cuando la familia estuvo en esa ciudad, un empresario de Sudáfrica importante vivió una temporada ayudando a los misioneros. Para despedirse de Wallace le dijo "si algún día necesitas algo, llámame". Y le llamó.

"Uno de los momentos más emocionantes y significativos ocurrió cuando los antiguos propietarios me entregaron una de esas bellas y únicas llaves de hierro forjadas en una fragua".

Sus primeras semanas en la casa, lo único que tenían, fueron significativas. Vivieron en el interior de la casa en tiendas de campaña. "Lo único que no tenía ni polvo ni barro era el interior de las tiendas de campaña" expresa. En seis años de trabajo y con ayuda de los donativos de los peregrinos han reconstruido la antigua casa de labranza, conservando buena parte de su estructura, proporcionando un lugar de descanso para los peregrinos.

Siempre hay un café para el que llega, un refrigerio, y muchas horas de conversación sobre Cristo y la fe. Todo por la voluntad.

Por cierto, es complicado para una familia de misioneros explicar a la administración y a la burocracia española que un misionero no tiene sueldo y que todos los ingresos son de donativos. Pese a ello Wallace destaca que la buena atención que ha recibido, en este caso de los policías, cada vez que tiene que ir a la comisaría de Zamora a renovar algún documento. Su mujer, de nacionalidad alemana, es ciudadana de la Unión Europea, algo que facilitó bastante la tramitación de su estancia en España.