Apenas tres minutos fueron los que tardaron tres novillos -el cuarto de los que salieron se quedó en la carretera y no prosiguió la carrera- en realizar el recorrido entre los corrales de San Albín y la Plaza Mayor de Fermoselle. La campana torera fue la encargada de dar la señal para la salida de los astados en medio la algarabía de un público expectante.

Fue un encierro limpio, con toros de casta jaleados por una multitud de aficionados concentrados a lo largo de todo el trayecto, en la calle y tras las talanqueras que hacían de barrera por el casco urbano fermosellano y que concluyó en un plaza a reventar de público. Ha sido el primer encierro de las fiestas de San Agustín y la ausencia de incidencias contribuyó a resaltar uno de los festejos taurinos más singulares de la provincia.

Además de los muchos fermosellanos residentes y emigrantes que estos días ocupan las casas familiares, ayer la capital de los Arribes recibía a sayagueses de todo el entorno, a los aficionados de la cercana provincia de Salamanca y muchos zamoranos que no dudaron en hacer kilómetros y desplazarse hasta la villa para disfrutar del encierro.

Ya en la plaza los astados dieron una vuelta y en seguida entraron en los chiqueros. Fue meteórico pero el público no quiso perder detalle y así lo demostró la masiva presencia de espectadores. Muchos de ellos continuaron la mañana festiva en los distintos bares de la localidad, ya con sus pinchos a punto.

El alcalde Alejandro Fermoselle, que hizo de anfitrión con el subdelegado Jerónimo García Bermejo como invitado, se mostraba satisfecho con el desarrollo del encierro. "En seis agostos que llevo nunca había visto un año como este de gente".