Samir de los Caños, un pueblo con historia y trabajadoras y acogedoras gentes, inicia el camino final hacia la culminación de la concentración parcelaria, un proceso que pondrá fin a los minifundios y, sin lugar a dudas, permitirá a los vecinos que así lo deseen dedicarse a una agricultura y ganadería dignas y viables con fincas adecuadas, amplias y acordes a unos tiempos donde la mecanización es necesaria e irreversible.

Al analizar los documentos técnicos es fácil darse cuenta del hecho diferencial y de mayor trascendencia parcelaria con la presencia de numerosos castaños asentados en los "abeseos" próximos al casco urbano, zonas de ladera orientadas al Norte y al Noreste, muy apropiadas para el cultivo de frutales y en particular del castaño: pagos de "La Cogolla", "El Ramayal" y "La Redondecha". Muchos superan los cincuenta años y se han visto diezmados por el chancro y la tinta. Los técnicos los identificaron uno a uno, sobre el terreno, clasificándolos ente cuatro categorías en función de la edad, porte, estado sanitario del árbol, producción y calidad de sus castañas. Por su parte los estudios delatan que el cultivo de la vid está en clara regresión debido al envejecimiento de la población y a las dificultades de mecanización de las viñas a causa de unos marcos de plantación muy reducidos. Cuando se plantaron se hicieron para ararlos con parejas de vacas, no pensando en los tractores. Las viñas no se han clasificado, no obstante, los expertos aseguran que es un cultivo que aún tiene su importancia en la zona, con dos áreas de viñedo cercanas al pueblo. La llegada de la concentración podría propiciar una reconversión del cultivo, quedando únicamente las mejores viñas y plantándose otras nuevas con marcos de plantación que permitan la mecanización de las labores . Los técnicos han comprobado que cada año se abandonan del cultivo viñas y otras se arrancan para comercializar los derechos de plantación. Lejos queda ya aquel 30 de septiembre de 2004 cuando se solicitó una concentración parcelaria, siendo alcalde el amigo Manuel Calvo Belver, un sueño que doce años después, en 2016, se hará realidad. El progreso llega, esperemos que no sea ya demasiado tarde, para una tierra sentenciada a la desidia y quizás a muerte, por el olvido institucional y el éxodo rural.