«Yo quiero luz de luna/ para mi noche triste/ para soñar divina/ la ilusión que me trajiste/ para sentirte mía/ mía como ninguna/...». La voz de Carrasco se ahuecó como la del «Cabrero» para resurgir después con más brío, buscando remarcar con las sílabas el sentimiento creciente de la noche plenilunada de la que habla la canción. Y contestó Ángel Hernández con aires gitanos, profundos y envueltos en misterio: «La sangre tengo negra/ y el corazón traspasao». Otra vez el de Venialbo contestó por soleá: «El día que yo me muera/ que no doblen las campanas/ que me toque la guitarra por soleá...». Y ahora fue el de Sanzoles, quien se despachó con aires más suaves en un estribillo muy reiterativo: «Cuando veo una morena/ me dan ganas de llorar...». Y la cosa, como no, acabó por fandangos: «A un pozo tiré una piedra/ y se clavó lo mismo que tu cariño...». La noche se quitó el abrigo gélido y entró en la sala «San Isidro» para escuchar.