La lluvia que cayó a partir de las seis de la mañana de ayer terminó de apagar las llamas que los servicios antiincendios habían conseguido controlar pocas horas antes, tras todo un día y una noche de trabajo.

Finalmente, el fuego no invadió ningún pueblo, por lo que no hubo que lamentar daños personales ni daños materiales demasiado graves. Sin embargo, los vecinos de Ungilde, Puebla y Lobeznos vivieron una noche terrorífica, al ver las enormes llamas amenazando sus casas a pocos metros de sus pueblos.

Ovidio y Filomena, dos vecinos de Zamora que pasaban sus vacaciones en Ungilde, vivieron de primera mano la catástrofe. «Al final se quedó en nada, pero teníamos las llamas justo en frente de nuestra casa, en el pico más próximo», explicaba Ovidio durante la mañana de ayer, quien afirma que se salvaron «gracias a la dirección del viento, que soplaba muy fuerte pero conducía el humo y el fuego en dirección contraria a nuestra localidad, hacia Puebla».

«Durante unas horas este pueblo pasó verdadero pavor, lo más impresionante era escuchar el ruido de las propias llamas, arrasándolo todo a su paso», cuenta el testigo. Filomena añade que si el vendaval hubiera cambiado de dirección en un momento dado «habría sido necesario evacuar Ungilde, porque la propia humareda habría hecho imposible respirar aquí».

Estos dos testigos presenciales afirman que el humo era visible desde Ungilde «poco después de las doce del mediodía, pero a lo lejos, casi en Portugal, y al anochecer se nos había echado el fuego encima». Sin embargo, el terror no duró más de tres horas, «a las doce de la noche parecía que los forestales ya tenían esta parte del frente más o menos controlada; una hora más tarde las llamas ya se veían lejos y pudimos respirar tranquilos», aclara Filomena.

La noche en Lobeznos fue menos agitada. Los habitantes del pueblo cuentan que una loma separaba el frente de la localidad, desde la que sólo se veía «luz y humo, pero no las llamas».

Los vecinos de esta pequeña pedanía de Pedralba de la Pradería pudieron dormir «con relativa tranquilidad, aunque preocupados por la gente de Puebla porque el fuego avanzaba hacia allí rápido como una ola». Las primeras edificaciones de la capital comarcal se encuentran a menos de cuatro kilómetros de esta localidad.

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