Aún quedan días de septiembre, peligrosos si la lluvia no llega. Pero al margen de esa incidencia la temporada estival de incendios se puede calificar de histórica. Unos 150 fuegos desde principios de julio, de los cuales en torno al centenar son forestales según los datos extraídos de los partes que a diario remite la Junta de Castilla y León a los medios de comunicación. Y, entre ellos, contados con los dedos de la mano los que se han llegado a declarar nivel 1 de peligrosidad.

Por extensión, el más grande fue el de Roelos de Sayago con 116 hectáreas de pasto y mata de encina quemadas. Por cierta peligrosidad el de Asturianos, que se llegó a declarar nivel 2 por la cercanía de las llamas al pueblo. Y por reincidencia, el pueblo más amenazado Fonfría, donde se han extinguido hasta siete incendios a lo largo de este verano, todos ellos intencionados. Entre el resto, muchos apenas han superado la hectárea. La rápida actuación de los servicios de extinción ha impedido el avance del fuego. Por fortuna no se ha registrado este verano ningún gran incendio, considerado como tal aquel que afecta a una superficie superior a 500 hectáreas.

Las cifras, a «grosso modo», distan mucho del año pasado, con cerca de 600 incendios forestales y más de siete mil hectáreas abrasadas. ¿Qué ha pasado este año para extraer un balance tan esperanzador? Se puede resumir en dos factores. Por un lado las condiciones meteorológicas, con un invierno y una primavera muy lluviosos. La humedad que se ha mantenido de diciembre a junio y eso ha evitado el gran número de incendios invernales que se registran año tras año; hay que tener en cuenta que en Zamora esos meses son muy peligrosos hasta el punto de que en algunas temporadas han supuesto casi el cincuenta por ciento del balance anual.

Y a ese favorable factor de la meteorología hay que sumar el avance en la investigación de causas por la BIIF (Brigada de Investigación de Incendios Forestales) coordinados con el Seprona de la Guardia Civil, que empieza a dar sus frutos, sobre todo en los últimos años. No hay más que circunscribirse a los hechos. Si hace un lustro el número de autores identificados era anecdótico entre centenares de incendios, en los sucesivos años fueron creciendo paulatinamente: 46 en 2008 hasta llegar a la increíble cifra de 81 en 2009, con cerca de 600 incendios y más de siete mil hectáreas quemadas. Una tendencia que sigue aumentando en 2010, cuando se ha disparado la proporción de autores identificados teniendo en cuenta que el número de incendios es de los más bajos de la historia.

Entre agentes medioambientales consultados «no se recuerda una año así». El conocimiento exhaustivo de las causas, el «modus operandi» de los incendiarios, el estudio de las situaciones de riesgo o el disponer de una base de datos acumulada desde el año 1997 resultan muy útiles para la investigación. Y así ha quedado demostrado. Lo que hace años era un terreno desconocido, prácticamente baldío, hoy se ha transformado en un fecundo dossier de información y experiencia.

Un dato sintomático del cambio que se está produciendo en Zamora, en el sentido de acabar con esa sensación de impunidad que ha acompañado tradicionalmente a los incendiarios, es el descenso de siniestros en verano y por el día. Es la señal más elocuente de que los autores se ven perseguidos. Hace años se consideraba lo más normal del mundo prender la mecha, a pleno día, a cualquier hora, mejor después de comer y si había viento mejor. Ante una eficaz investigación y vigilancia, hoy el incendiario se lo tiene que pensar dos veces, no encuentra complicidad ni impunidad y por eso, en muchos casos se oculta para prender, incluso recurriendo a la noche, cuando se siente más protegido de miradas. Ahora teme que le pillen y las consecuencias que ello le puede acarrear.

La investigación de los incendios forestales en la provincia de Zamora, una de las pioneras en este campo, tiene ya un recorrido de doce años y eso se nota. Se ha llegado a un nivel de conocimiento, de causas y también de personas, muy favorable para la investigación y, en definitiva, para cumplir uno de los objetivos principales (además de la prevención), la identificación de los responsables de los incendios.

Ahora prácticamente ningún incendio queda sin investigar. Y eso lo saben los vecinos de los pueblos. Empiezan a acostumbrarse a ver por allí a la Guardia Civil o los agentes medioambientales, preguntando, indagando, ir de aquí para allá, tomando pruebas, acotando el terreno. Hay que saber la causa y dar con el responsable.

Autor que debe rendir cuentas ante la Justicia; son cada vez más las sentencias condenatorias. Cada año aumentan los procesos judiciales, diez el año pasado por delitos medioambientales (de incendio forestal), algo prácticamente impensable hace tan solo una década. «Y eso también ayuda porque es muy intimatorio y los incendiarios se lo piensan un poco más». Fuentes de la lucha contra los incendios forestales saben certeramente que las condenas a los autores de incendios forestales tienen un efecto social muy importante.

Los dos últimos procesos judiciales se basan en los siniestros ocurridos en Cerezal de Aliste y Ayoó de Vidriales como ejemplos de casos de presuntos incendiarios que terminan en proceso judicial. Este último se refiere a los incendios sucesivos que se produjeron a lo largo de tres días en el periodo de una semana en un paraje perteneciente a un coto de caza. Los fuegos fueron imputados a la misma persona y el caso, instruido por el Juzgado número 1 de Benavente, está pendiente de juicio.

Y no se puede obviar tampoco, como un factor fundamental en la reducción de los incendios forestales, la prevención. La Junta ha mantenido esa labor educativa, informativa, de concienciación, para inculcar las nefastas consecuencias del incorrecto uso del fuego y la importancia de salvaguardar la naturaleza. Todo apunta a que este año será «el mejor de la historia» en el balance, tanto de número de incendios como de superficie quemada en la provincia de Zamora. Pero todo el operativo, administraciones y medios implicados en esta tarea saben que no hay que bajar la guardia.