Un estudioso del tema diría que no le falta ni un detalle. Y ello porque el artesano Manuel Díez Barrigón, Manolo el herrero de Santibáñez de Vidriales, recrea fielmente en sus obras el patrón original. En este caso el carro de las vacas, que no carreta, de un vecino fallecido hace ya años.

La última creación de Manuel el herrero consiste en una obra con hechura de madera, aunque no le falta el hierro porque de esto sabe mucho este maestro del rezagal junto al que le salieron los dientes.

Este carro de bueyes, similar a todos los que circulaban hasta hace años por la zona y que el uso de camiones y camionetas logró retirar de caminos y borrar del paisaje, dispone de una plataforma donde se deposita la carga, asentada sobre dos ruedas de 16 radios y 8 pinazos unidas por el eje a cuyos extremos de sujección sólo le faltaría la masa viscosa del "unto", ese engrase que todavía permanece en el olfato y en el oído de los entrados en años cuando debido a su carencia el chirriente sonido se hacía más que notar. Unas ruedas provistas de aros de forja en hierro.

Las paredes o "costanas" de la plataforma que constituyen la caja también van provistas de costillas de hierro como se preciaba en los buenos carros de antaño. Incluso los anclajes de sujección de las propias costanas que van decoradas también a base de factura de gubia con motivos geométricos, porque los florales o zoomórficos e, incluso con paisajes naturales de variado cromatismo, se dejaban para los exteriores de los dos "cañizos", las puertas de ambos extremos de la plataforma. En esto de la decoración sabían bien los carpinteros de Grijalba, aunque todos los carreteros construían carros, el decorado era privilegio de algunos pocos.

Las "cancillas" sujetas sobre una y otra costana son también el fiel reflejo de la creación del artista.

Hasta los "tentemozos" o apoyos de sujección tanto de la plataforma a un extremo como del tiro, al otro, han sido fiel reflejo de este artesano vidrialés. Incluso los ganchos de sujección de estos apoyos. Ni que decir tiene la cabezada de la pértiga con el yugo asentado sobre la pareja de vacas, o la firma del propio hacedor del carro; porque si los canteros y herreros dejaban su huella, los carreteros hacían lo propio.

Nada ha quedado en el aire en esta minuciosa recreación de un carro, recientemente finalizada y que ya forma parte de la rica colección museística que este artesano del hierro y de la madera, dispone en su casa.

Una muestra didáctica en la que no faltan aperos, utensilios e instrumentos de oficios ya desaparecidos y que han constituído la enseña de identidad del ámbito rural.