Mi asombro por las críticas estériles vertidas desde el PSOE benaventano contra el Partido Popular y viceversa, no tiene fin. Si a unos se les ocurre que es feo que el señor Rajoy se suba en un banco para dar un mitin, los otros cargan con lo incívico que es pegar carteles en lugares no permitidos. Es cierto que ambas cosas están mal, no lo vamos a obviar, pero estos pecaditos con unos azotes más o menos cariñosos solucionan el temita en cuestión y a otra cosa. Lo preocupante es que la otra cosa no llega, porque por parte de unos y de otros no hay mucho que rascar.

La visita del señor Rajoy a Benavente deja en el aire cuestiones importantes por resolver que trascienden al ámbito de la cuestión cívica de subirse o no subirse en un banco para hacerse oír.

Vayamos por partes. La primera cuestión es sobre el uso, o abuso diría yo, de los recursos públicos. Es evidente que el señor Rajoy, presidente del Gobierno de España, no quiso saludar a nuestro alcalde el día 1 de diciembre, porque vino a Benavente a ver a los suyos. No nos trajo proyectos, no inauguró nada, porque nada había que inaugurar, no hubo reuniones con empresarios o asociaciones ciudadanas, no le pudimos mostrar los benaventanos las dramáticas huellas que está dejando la crisis en las familias y en el comercio de la ciudad. Se limitó a saludar, hacerse unos selfies, arengar a los suyos sobre las bondades de un gobierno que ha dejado tambaleando los derechos ganados por los españoles durante muchos años y nada más. En definitiva vino a Benavente a dar un plácido paseo.

Al señor Rajoy, por ser presidente del Gobierno de España le pagamos todos los españoles para que ejerza como tal en todas las circunstancias; por ello tiene funcionarios a su servicio, lleva escolta y dispone de un amplio dispositivo de seguridad que le protege día y noche. No entiendo que gaste su precioso tiempo en una visita baldía para el conjunto de los ciudadanos y que evite encontrarse con nuestro alcalde, gesto que ofende a la institución a la que representa y por ende a todos los benaventanos.

Es sorprendente que el PP benaventano muestre públicamente su satisfacción por la visita del presidente del Gobierno "?por las muestras de cariño que mostró hacia todas las personas que quisieron acercarse a saludarle y el reconocimiento que su visita ha supuesto a nivel nacional para Benavente", incluso que le envíen la Carta Puebla, que protocolariamente pretendió entregar el señor alcalde a un presidente de Gobierno que entra en Benavente por la puerta de atrás y no ha sido merecedor de tal obsequio. Sinceramente creo que si el PP benaventano hubiera puesto la arenga del presidente en un plasma encima de un banco de la Mota, el efecto hubiera sido el mismo y nos hubiéramos ahorrado unos cuantos euros.

La otra cuestión sin resolver que nos dejó la visita a Benavente del presidente del Gobierno tiene su reflejo en las palabras que pronunció en la Mota, en donde dijo que "Juan ganó las elecciones, tuvo la mayoría de votos en Benavente. La Alcaldía no es el producto de compadreos", y no es otra que la reforma electoral que nunca llega.

Este argumento, que esgrime de forma machacona el PP, que la lista más votada es la que tiene que gobernar, nos parecería razonable si estuviera avalado por una ley electoral adaptada a las circunstancias políticas y sociales del siglo XXI. Pero no es así porque el inmovilismo que caracteriza al señor Rajoy no fue capaz de acometer dicha reforma, aduciendo la falta de consenso. ¡Como si les hiciera falta valor para aprobar leyes sin consenso!

La consecuencia más grave es que, gracias al pasotismo del señor Rajoy, nos podemos encontrar después del 20 de diciembre con un gobierno a la italiana, con dos o tres partidos coaligados, que desde luego no favorecerán en nada la estabilidad que todos deseamos en estos momentos tan delicados de la economía y política mundial. Las decisiones valientes hay que tomarlas en su momento y no cuando se ven las orejas al lobo.

Los ciudadanos debemos ser pacientes en esta campaña electoral y escuchar todas las opciones de los que se presentan al gobierno de la nación. Las circunstancias nacionales e internacionales presagian un futuro difícil y debemos tener elementos de juicio consistentes para elegir a los mejores. España es una gran empresa a la que hay que dotar de los mejores recursos humanos disponibles para su gobierno.