Sí, sí, créetelo. Lo que nunca había pasado. Este año, ya has oído las plegarias, que deje de llover. Tú que estás acostumbrado a que te den la murga para que llueva, pues oye, todo lo contrario. Que en algunas provincias como León ya han empezado los agricultores a pedir la declaración de zona catastrófica. Manda huevos. Por exceso de humedad. Aquí, en Zamora, todavía hay maíz por cosechar (y desde luego por sembrar) y mucha semilla de remolacha está en los sacos, que no hay Dios que entre en las tierras. ¿Pero qué pasa, patrón? Se te ha ido la mano rezando y se han quitado a la vez todos los candados de las nubes. Vaya añito que llevamos. Cien litros en enero, otros tantos entre febrero y marzo, los mismos en abril y un porrón de ellos en mayo. Ya viste el domingo, en las procesiones, cómo están los campos. Que las cebadas ya empiezan a arroñarse por las arroyadas y eso, ojo, no es bueno, que después las cosechadoras no pueden trabajar. Manda parar, hombre, díselo al de arriba, que tú tienes influencia. Cierra el grifo por unos días y controla la temperatura, no vaya a venir ahora, de repente, una ola de calor y lo joda todo. Que ya sabes como es esto. Que cuando no es por mor es por nefas. Que todo apunta bien y, de repente se jodió Marchena. ¡Y la hierba! Parece una selva. Que algunas viñas son praderas, no hay quien rompa, que ya veremos las labores que hay que hacer para que den la cara. Va a ser el acabose. Ya, ya, si en parte tienes razón, que tanto pedir agua, pues ahí va, a borbotones. Pero, por favor, para un poco. Vamos a poner las cosas en orden unos días, que se oxigenen los terrenos, que si no se nos va a llenar todo de botritis y oídio. Ya lo has visto desde las andas: el campo está precioso, pero frena el carro. Díselo al de arriba, por favor. Y ya sabes, hasta el año que viene. Ah, lo último: echa un capote a los ganaderos, que están de capa caída. Y a los pueblos, que están de pena. No hay ni Dios. Ah, perdona, no me daba cuenta que tú eres santo.