Nace RonDuero Folk, el primer grupo de rondas de Zamora
Doce músicos crean el primer grupo de rondas de la capital con repertorios aprendidos de la tradición oral
Los sones y las letras llaman a la puerta de un pasado no tan lejano. Ahí están “Tí Pollo”, “Tí Felipe” o “Sabino Mozo”, tamborilero inseparable en las “Farras” con el “Ti Felipe”. El recuerdo se entrega a aquella música que puso banda sonora a sus años de infancia, esos que abren la puerta de par en par a los sabores de folclore. ¡Que no muera la tradición! Y todos aquellos cantares y sus sones de tradición oral, aprendidas a fuerza de escuchar y repetir, tiran de Urbano Mozo, virtuoso de la música que enseña percusión “de oído”, para impulsar la creación de un grupo de ronda en la capital zamorana, el primero en la historia de la ciudad.
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El nombre costó un poco elegirlo, pero creen que es el atinado RonDuero Folk el primer grupo de ronda constituido en la capital de Zamora, porque allí nació, “a orillas del Duero, de un grupo de amigos ansiosos por dejar atrás los meses de molestos silencios motivados por la “pandemia”, explica Urbano, la voz cantante de esta docena de músicos.
La Escuela de Folclore armó su aprendizaje y, concluido ya, decidieron reunirse para tocar y, “para no olvidar lo que hemos aprendido”, apostilla Emilio Romero, nieto del “Ti Pollo” de Mahíde. Dos días a la semana de ensayos, en la nave que Urbano tiene en el polígono de La Hiniesta, permite ir perfeccionando el aprendizaje sin partituras de las más de 25 rondas de repertorio, “la mayoría no sabemos leer las partituras, te tocan una canción y la traslada al instrumento de oído, es la tradición”, explica Urbano, quien lleva la batuta de la formación musical. Ese aprendizaje alejado del lenguaje musical escrito obliga a “no dejar de tocar porque pierdes la habilidad, se nos van las notas si no practicamos”.
El "Tí Francisco"
El hijo de Sabino Mozo, que “me empapé” de esos ritmos populares al lado del “Tí Francisco”, trabaja duro para dar continuidad a “una tradición que resuena cada día con más fuerza en estas olvidadas tierras alistanas, sanabresas y carballesas”, su intención es trasladarlas a Zamora. Detrás de esta iniciativa que mantiene totalmente entregados y entusiasmados al grupo, nueve gaitas y tres tamboriles, está el propósito de mantener vivo y difundir ese patrimonio cultural de sus pueblos, rescatados en cada reunión familiar, pero también “divertirnos”. Son aquellos acordes que con tanto esfuerzo personal están logrando sacar a sus instrumentos, cuyo manejo pudieron consolidar en la Escuela de Folclore durante varios años. Su habilidad con las notas musicales nace de ese método rudimentario, el “ensayo/error”. Parece sencillo cuando lo explica Urbano, “sabemos las canciones y adaptamos las notas del canto al instrumento”. Y ahí se coordinan a la perfección para entonar “Tío Babú”, con las voces de Urbano y Manolo Rebollar como guía de la parte instrumental. “Yo me cojo los cascos para escuchar la canción y en un día o dos voy sacando las notas. No sé dónde está cada nota”, explica, pero sí sabe en cuál hay que coger el tono.
Recuperar sonrisas
RonDuero Folk busca “llevar, de nuevo, esas melodías por nuestras tierras, es la mejor manera de recuperar las sonrisas perdidas”. Las raíces de RonDuero hay que buscarlas más allá de la primera mitad del siglo pasado en tierras de Aliste, Sanabria y Carballeda, agrega Urbano. Ahora, hijos y nietos descendientes de aquellos gaiteros legendarios toman el relevo, dispuestos a tocar para los zamoranos en cualquier celebración para la que se les contrate.
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