Reportaje publicado en La Opinión de Zamora sobre la jubilación del sacerdote. |

“Austero, listo, llevaba sus cuentas al dedillo”. Así describía a quien fue 35 años capellán emérito del Hospital Provincial Rodríguez Chamorro su prima carnal, quien se dijo “casi como una hermana” durante el juicio celebrado en la Audiencia de Zamora en el se que ventilaba la imputación de la cuidadora del religioso por quedarse con 89.000 euros de las cuentas del religioso, extraídos en su mayoría tres meses antes del fallecimiento del anciano.

Alberto Segovia Segovia, “reservado, de pocas palabras”, según su asistenta, M.R., murió a los 85 años, el 4 de septiembre de 2017, con el mismo recato con el que gastó su vida. Una discreción de la que hizo gala durante los 62 años de sacerdocio, la mayoría dedicados a “la atención espiritual y humana del enfermo”, como declaró en una entrevista concedida a La Opinión-El Correo de Zamora en mayo de 1995, cinco años antes de despedirse como capellán del Hospital Provincial con una misa, tras “haber dado la extremaunción a cerca de 3.500 enfermos”.

De su admiración por Cáritas dio fe su prima, “él hablaba de dejar todo” a esa ONG “porque a ellos no les costaría nada recibir los bienes y a nosotros sí”. Pero el destino torció las últimas voluntades del religioso. De la discreción que le caracterizó pasó a estar en el centro de la tormenta desatada al conocerse la identidad de su heredera universal en el quinto y último testamento firmado. Cáritas Diocesana se vio borrada de un plumazo, en apenas dos meses y medio.

La audacia o la perseverancia de la cuidadora del anciano movieron la “pequeña” fortuna del religioso a su antojo, según la acusación de los desheredados; de la organización religiosa; de una prima del religioso y del mismísimo Obispado de Zamora, que se unieron a la imputación de la Fiscalía Provincial por un delito de apropiación indebida. El religioso solo nombraba como legados a todos ellos, para los que se repartían los depósitos bancarios, con porcentajes que oscilaban entre el 16 y el 8,33%.

El pleito, sin poder discutir la autenticidad del testamento rubricado in extremis ante notario tras abonar 90 euros, solo cuatro días antes de la muerte del anciano con la mujer como testigo, se ha centrado en las extracciones que la cuidadora realizó por valor de 89.000 euros, según la Fiscalía, de los que 61.000 se reintegraron en agosto de 2017, el último de ellos, el día 31. Fue autorizada, “con poder notarial” por el sacerdote “para que yo usara las cuentas, a raíz de que le dije que yo temía por lo que ocurriría cuando él muriera”. Tanto la Fiscalía como las organizaciones religiosas y la familia del cura que se inició en Benavente y Roales del Pan explicaban ese miedo de M.R. a las maniobras que denunciaron para quedarse con la fortuna y buena parte del dinero del conocido sacerdote, hasta 108.000 euro contabilizó el Obispado de Zamora.

La mujer, a la que nadie conocía hasta que comenzó a asistir al sacerdote, confesó en el juicio que su preocupación obedecía a que “no sabía lo que había en el testamento y él me dijo que no me preocupara”. Y así fue: el sacerdote terminó por desheredar a Cáritas Diocesana, a la que había dejado todos su bienes en mayo de 2017. Por contra, M.R. vio cómo el sacerdote incluyó en el documento final también a su hijo y su nieta, a los que el hombre, aquejado de una dolencia cardíaca que se le complicó a los 83 años, “yo le dije sus nombres”. La mujer, que aseguró conocer al Alberto Segovia Segovia del pueblo, de Morales de Toro, desde pequeña, declaró que el cura dejó todo atado “para que yo no tuviera problemas con sus familiares” tras su muerte.El cura nacido en Morales de Toro en 1932 pasó el último año y medio de su vida bajo los cuidados de una mujer, de iniciales M.R., que asegura haber estado día y noche a su lado en los últimas semanas antes de su muerte, el 4 de septiembre de 2017. Esa esmerada atención le fue compensada en el testamento. “No te preocupes que algo te quedará”, le había indicado el religioso a la mujer poco antes de fallecer para acallar su inquietud. Llegó incluso a tranquilizarla, “está todo arreglado”, afirma que le dijo antes de fallecer, tras meses en estado de gravedad, pero cuando todavía “estaba en perfectas condiciones”. El testamento recogía el nombre de la zamorana como heredera universal junto al de su hijo y su nieta. Una deferencia merecida, “le cuidé yo y tenía la cabeza en buen estado” cuando testó, manifestó el martes durante el juicio en el que se le acusa de quedarse con 89.000 euros del que fuera capellán del Hospital Rodríguez Chamorro y de la Asociación de Jubilados El Ángel. La mujer reclamó su derecho a heredar ante los magistrados de la Audiencia porque “ni Cáritas ni la diócesis le visitaron, solo el obispo don Gregorio (Martínez Sacristán) cuando iba a diálisis” cuando estuvo hospitalizado, “estuve día y noche” a su lado.