Se llama Ángel Luis Martín y es un héroe. Si piensan rebatir esto último tendrán que hacerlo con sólidos argumentos ante el tribunal cualificado que forman Michelle y Nerea, autoridades contrastadas a sus cuatro y siete años de edad. Son sus dos hijas, las que le aguardan cada día cuando vuelve a casa aunque no puedan casi acercarse después de que Ángel Luis haya puesto fin a jornadas que pueden llegar a las 14 horas repartiendo paquetería por Zamora. Michelle y Nerea lo tienen tan claro que han querido plasmarlo en un bonito dibujo que diferencia su furgoneta. Un arcoiris luminoso emergiendo entre dos nubes y con un mensaje inequívoco: "Papá, nuestro héroe".

El día a día de Luis Ángel Martín es el de los repartidores a domicilio que se ven desbordados por los pedidos que los zamoranos están haciendo a través de Internet durante la cuarentena. Paquetes y paquetes que inundan la trasera de su vehículo y que va repartiendo a lo largo de jornadas en las que no hay tiempo para descansar. "Podemos llegar a trabajar hasta doce o catorce horas para poder repartir toda la mercancía casa por casa". La mayoría de los pedidos son personales y hay que entregarlos en las viviendas, lo que añade, además, un plus de preocupación, porque "nunca sabes qué ocurre dentro de las casas a las que vas". Así que el colorido dibujo de Michelle y Nerea le sirve también de amuleto, aunque sea en el plano emocional.

El día es largo y las horas entre entrega y entrega pueden hacerse eternas. La inmensa mayoría de los paquetes llegan de países en los que anidó el coronavirus que hoy nos tiene a su merced, al abrigo de las casas y con las persianas echadas por obligación en multitud de negocios en todo el país.

En contraste a ese comercio en coma inducido por razones sanitarias, trabajadores como Ángel Luis ven multiplicarse vertiginosamente su labor. No paran. Ni siquiera para comer. "Si acaso, como algo dentro del furgón".

Las cafeterías en las que hacer un alto para reponer fuerzas con algo caliente están también en cuarentena. Así que, hay que seguir. Trabajan todos los días excepto los domingos. "La gente, al estar en casa hace muchos pedidos y tienes que trabajar mucho para poder sacar toda la mercancía almacenada".

Es casi mediodía y Ángel Luis acaba de entregar un pedido en el centro de Zamora. Por delante, más horas, más entregas hasta que pueda entrar por la puerta de casa, donde le aguarda su familia con sus "animadoras" a la cabeza. El "héroe", que para eso lo es, se conforma con poco, toda precaución es poca: "Procuro no acercarme mucho, por si acaso, con tantas visitas fuera no sabe uno lo que lleva para casa...". Nerea y Michelle tienen otra vez ventaja: saben fijo que su padre les lleva, cada noche, todo su cariño y las ganas contenidas de abrazos y besos, porque "esto se está haciendo ya muy largo". Sobre todo en el caso de su hija mayor, que tiene problemas respiratorios y usa aerosoles."Es muy duro", reconoce Ángel Luis, pero es lo que hay.

El suyo es el retrato de otros tantos "héroes" que trabajan a diario para que la vida alterada de esta situación inédita emule algo a la normalidad de hace solo unos meses. Repartidores de mercancías, de comida a domicilio, de taxistas, de camioneros que garantizan que cada día se llenen las estanterías de las tiendas de alimentacion y supermercados, igualmente poblados por una parte de la sociedad cuya contribución se reconoce ahora, en medio de la tragedia.

Gente corriente que nunca soñó con una situación que convirtiera la cotidianidad en una excepción, y su rutina en la excepción dentro de la excepción. Esta nueva nómina de "héroes" es amplia, aunque pocas veces adquiere notoriedad. Por eso no está mal ponerles distintivos en los parabrisas, porque nunca sabes cuándo te puedes cruzar con ellos, con un héroe, o con un ángel, aunque en lugar de alas, viaje sobre cuatro ruedas. Para todos, el dibujo del arco iris con la leyenda de la hazaña significa también la esperanza. Queda un día menos.