Campechano y cordial. Luis Cid Fontán, hijo de una de las familias de la oligarquía zamorana con más poder, de gran peso en la provincia, nieto de Fabriciano Cid Santiago, también abogado y político, tenía esa sabiduría, esa inteligencia, de conocer cuándo y con quien tenía que repartir sonrisas y abrazos, y cuándo era el momento de tirar de mano firme. Cid Fontán era un político con carácter y rudo, a veces, pero con un don para meterse a la gente en el bolsillo, sabía moverse, por cuna y por educación, en los ambientes más cultos y de postín, y en los que empolvaban sus zapatos. Conocía bien al zamorano, tanto al que pisaba alfombras como al que seguía viviendo del campo y el ganado, con los que se sentía tan cómodo como con los de su clase social.

Sabía escuchar, negociar, dialogar y convencer al contrario, llegado el momento, según recuerdan quienes le trataron. El gesto duro y el discurso agrio supo dejarlo en el despacho, en la sala de plenos o en el hemiciclo, recuerdan sus adversarios políticos, como el exsocialista Andrés Luis Calvo, con quien compartió puesto en la Corporación del Ayuntamiento de Zamora y, una vez jubilados y apartados de la vida pública, largas conversaciones y paseos.

Fue el político de mayor carisma en la derecha zamorana emergente tras la dictadura de Franco, el que mayor poder ostentaba en la provincia, con la Diputación Provincial en sus manos (1983 y 1991), en unos tiempos en los que un grupo de constructores destacados constituían el principal lobby de la institución. De esos polvos aquel lodo del Caso Zamora que empañó sus dos mandatos; el segundo ensombrecido también por el famoso "pacto de los luises", "de Luis Cid, por AP y de Luis Malmierca, por los socialistas en la provincia", para impedir que el PSOE ocupara el sillón presidencial de la Diputación, recuerda el que fuera portavoz del CDS en la institución, Luis Rodríguez San León. Nunca pudo demostrarse aquel acuerdo para presuntamente comprar el voto en la investidura de un socialista, José Luis Antorrena. Sonriente, educado y con cierto aire socarrón, torcía el gesto cuando se le volvían a recordar aquellos dos casos de presunta corrupción política, que rehuía. Cid Fontán"estaba rodeado de mala gente, pero era una gran persona", apostilla a su favor el exlíder del CDS en la provincia, que no duda en dirigir los dardos a aquellos empresarios que dominaban la provincia "a golpe de chequera", se dijo, y acabaron imputados, aunque no condenados.

Esa apariencia tosca, posiblemente derivada de las tensiones de un gobierno difícil en aquellos primeros años de transición política, dejaba traslucir un carácter "cariñoso y afable", agrega San León. Un hombre "magnífico", añade Luis Calvo, "respetuoso al máximo con las ideas de los demás, con un trato personal imposible de encontrar ahora". Su actitud cuando el alcalde socialista le anunció en aquellas postimerías de la democracia el cambio de nombre de la calle dedicada a su abuelo Fabriciano Cid, ahora de La Costanilla, resume aquela forma de ser y estar: en lugar de votar en contra, comunicó que su grupo abandonaría el Pleno. "Ahora no hay políticos de derechas capaces de hacer eso", concluye el exsocialista.