La modificación del clima es una de las motivaciones que esgrimen los defensores de la existencia de las estelas químicas. Un experimento es el de la estimulación de la precipitación, para el que se escogió la cuenca del Duero, con sede en Villanubla y entre 1979 y 1981 se llevaron a cabo las investigaciones con tres aeronaves, cinco radares meteorológicos y varios equipos más. También existe una red de 23 sensores en La Guareña para otro programa, del Grupo de Recursos Hídricos (Hidrus) del Centro Hispano Luso de Investigaciones Agrarias de la Universidad de Salamanca, que proporciona datos sobre el suelo para calibrar satélites de la Agencia Estatal Europea. Ninguno de estos proyectos tiene que ver con las estelas químicas.