Aunque se trataba de un "sospechoso con mayúsculas", la Guardia Civil decidió no entrar a la casa de Bernardo Montoya, el asesino confeso de la profesora zamorana Laura Luelmo, para no poner en riesgo la vida de la joven (trabajando con la hipótesis de que aún seguía con vida). Sospechoso por sus "antecedentes" y su posición en el momento de la desaparición de Luelmo, la Guardia Civil decidió no revelar que estaba pendiente de él antes de tener el cuerpo localizado. "Podríamos haber hecho un registro voluntario en su casa, pero no habríamos encontrado nada. No había carga probatoria contra él", aseguraron ayer el coronel jefe de la Comandancia del instituto armado de Huelva, Ezequiel Romero, y el teniente coronel de la Unidad Central Operativa (UCO) Jesús García Fustel.

La comparecencia arrojó bastantes detalles más sobre lo sucedido entre el 12 y el 17 de diciembre en El Campillo. Nada más denunciarse la desaparición de la joven, la Guardia Civil abre dos frentes, uno para localizar a la joven y otro, con agentes que trabajaron en los casos de Diana Quer o Gabriel Cruz, para investigar lo sucedido.

Últimas noticias. Los allegados de Laura Luelmo saben por última vez de ella a las 16.22 horas. Siempre según el relato que ayer hizo público la Guardia Civil, la profesora zamorana, de 26 años, envía un "whatsapp" a su novio en el que le comentaba que "a lo mejor salía a caminar".

Supermercado. Cuando Bernardo Montoya relató que la joven preguntó por la localización de un supermercado, seguramente lo hizo porque Luelmo venía de ahí. Eso sí, nada más es cierto en la primera declaración de Montoya. Ni la profesora le preguntó por la tienda ni él cogió el coche para acorralarla. Una hora después de mandar el mensaje a su novio, Laura Luelmo compró en el súper. El tique marca las 17.20 horas, está grabada por las cámaras del comercio y se sabe que compró huevos, agua y patatas fritas. Todo ello -salvo las patatas, que Montoya se comió y se encontró la bolsa- estaba en la casa del asesino confeso. Las aportaciones de un vecino son clave, pues asegura que a las 18.10, aproximadamente, Montoya tiene el coche en su casa con el maletero abierto. Allí mete a Laura. Los agentes tienen fundadas sospechas de que fue en el lapso de tiempo entre las 17.20 y las 18.10 cuando se produjo el secuestro de la joven profesora zamorana.

La casa del asesino confeso. Todo indica que Montoya acorrala a Luelmo cuando vuelve de la compra. Según los agentes, "le ata las manos y le pone una cinta en la boca para que no grite antes de tirarla al suelo". En ese momento, y aprovechando que Montoya volvió a por un brasero que se había dejado en la puerta de la vivienda, Laura se levantó y le dio una patada en el costado. "Entonces es cuando se cabrea y la golpea contra el suelo antes de llevársela al campo", según expusieron convencidos los agentes a falta de la autopsia que determine la hora de su muerte. Luelmo "no permaneció retenida mucho tiempo" en la casa del supuesto criminal.

Montoya se lleva a Laura Luelmo al campo. Los investigadores piensan que Montoya introduce a Luelmo en el maletero del coche sobre las 18.10 del 12 de diciembre y que la profesora nunca más estuvo en la casa del asesino confeso. Según la hipótesis que baraja la Benemérita, la agresión sexual se produce "en el campo", donde la joven fue arrojada desnuda de cintura para abajo y con la cabeza cubierta, tal y como la encontraron días después. "No me cabe ninguna duda de que en ese lugar ella no tuvo sufrimiento por la posición de sus piernas", apuntó el coronel Romero. A falta de que la autopsia definitiva lo confirme, los agentes suponen que Laura Luelmo estaba inconsciente en ese momento. De la misma manera, los agentes han asegurado que no tienen datos concluyentes para dictaminar a ciencia cierta cuándo se produjo la muerte de la joven. Pese a que la autopsia preliminar situó la muerte entre dos y tres días después de la desaparición, la Guardia Civil asegura que pudo dejar de respirar esa misma noche. Aunque lo hicieron con un símil cuanto menos desafortunado, los agentes aseguran que las bajas temperaturas de la sierra de Huelva podrían haber influido en el estado de conservación del cuerpo de Luelmo.

La hipótesis del accidente pierde fuerza. Los testimonios de la familia indican que Laura no se adentraría en lugares desconocidos porque era "más bien miedosa", por lo que la hipótesis de un accidente pierde fuerza. La familia echa en falta ropa deportiva en la casa, pero se intuye "algo raro" en el caso.

Montoya, primer sospechoso. Un equipo de la Guardia Civil ve a Montoya salir de casa con una canasta y una manta y le identifica. Su ficha policial "y algún detalle más" le convierten en un sospechoso "mayúsculo" pero, de momento, lo agentes le dejan ir. "No hay indicios objetivos para detenerlo", explican desde la Guardia Civil. De todos modos, los agentes someten al asesino confeso a un "exhaustivo seguimiento" con los mejores agentes especializados llegados desde Madrid.

El comportamiento del asesino. Montoya quiere entrar en su casa, pero se da cuenta de que está muy vigilada. Se pega a las paredes de las viviendas del pueblo para no ser visto, pero desiste y da vueltas por la zona con su coche. Los investigadores, no obstante, no entran en la casa porque estaban convencidos de que "si Montoya tuviera retenida a la víctima, no sería allí". El objetivo último era no poner en riesgo la vida de la joven.

Continúa la búsqueda. Prosiguen las batidas de búsqueda y se amplía el radio. La juez ya ha autorizado la geolocalización del móvil de Laura, "que lo ubica en una zona cercana a donde fue hallado su cadáver, pero al no estar en llano no es certero al cien por cien", dicen los investigadores.

Montoya sigue libre. Dos días después del secuestro y del asesinato de Luelmo, Montoya acude al centro de salud de Cortegana porque se quejaba de un golpe en las costillas, el mismo que supuestamente le dio Luelmo para defenderse cuando aún estaba en la vivienda del asesino confeso. El domingo por la tarde, en el surtidor de Palos de la Frontera, queda reflejado que echó gasolina.

Aparece el cadáver. El lunes 17 de diciembre se descubre el cadáver de Laura Luelmo. Está sobre unas jaras, difícil de ver, semidesnudo. El pantalón de la joven aparece muy cerca y hay indicios biológicos, como se comprobó después, que pueden estar relacionados con la agresión sexual, además de golpes.

Detenido. Montoya sale de la casa familiar en Cortegana, el día 17, con su vehículo ya balizado. Va a Huelva, se detiene en el hospital Juan Ramón Jiménez porque quiere entrar al baño, pero desiste por la presencia policial. En Valverde del Camino, antes de llegar a El Campillo, se desvía por un camino sin asfaltar, donde para el coche y se adentra en el campo. El cadáver ya ha sido localizado. Es detenido. En cuanto a uno de los cabos sueltos, el paradero del teléfono móvil, la investigación trabaja con la hipótesis de que el asesino confeso lo llevó a El Campillo y allí lo destruyó.

"Asesino desorganizado". No está aún cerrada la investigación ni finalizada la autopsia, pero la Guardia Civil ve en este caso la acción de un asesino "desorganizado" y con "un alto grado de impulsividad", que "no piensa lo que va a hacer ni los rastros que puede dejar. "Cuando le detenemos él nos cuenta una película donde se inventa muchas cosas, pero de alguna manera se autoinculpa, reconoce que ha estado con Laura, aunque no es creíble la forma en la que dice que ha tomado contacto con ella. En el momento de la detención los agentes entran en la casa de Montoya donde encuentran restos biológicos que prueban que la profesora zamorana fue golpeada ahí.