El 25 de diciembre es uno de los días festivos marcados en el calendario laboral de todos los años pero no para todos los ciudadanos. Tener que trabajar mientras todo el mundo está de vacaciones es uno de los gajes de ciertos oficios con el que tienen que lidiar cientos de zamoranos para facilitar la fiesta, el descanso o los servicios a los demás. Para unos, es un fastidio. Para otros, una gratificación. No solo económica, sino también personal.

Vicente Tejero, 52 años, forma parte de uno de los sectores clave durante estas fechas para acercar a casa a nuestros seres queridos o llevarnos a nuestros destinos. Desde hace siete años, posee la licencia de taxista. La letra M rotulada en la parte lateral trasera de su coche indica que los martes descansa. Eso sí, a excepción de los festivos. De ahí que ayer, día de Navidad, estuviera aparcado en la plaza de Alemania esperando la llegada de algún viajero. "Al final te acostumbras y es como un día normal", se sincera. Por fortuna, su trabajo no le impidió disfrutar de la cena de Nochebuena y de la comida de Navidad con la familia. Además, a tenor de lo "flojo" que está el sector, según sus palabras, considera que son buenas fechas para el colectivo. "Al haber más gente, hay más movimiento para todo y la gente está muy concienciada de que si bebe no puede conducir", razona.

"Yo abro porque me hace falta", confiesa Hermenegildo Barata. Desde hace tres décadas regenta un pequeño kiosco ambulante instalado en la plaza de Castilla y León que abre sus puertas de forma eventual en periodos vacacionales como Semana Santa o Navidad. Almendras garrapiñadas, algodón dulce, palomitas, chucherías, obleas de miel o barquillos son algunas de las tentaciones que ofrece a pie de calle en apenas cinco metros cuadrados. "Esto no se atiende solo, si tienes un negocio tienes que abrirlo. Ya estamos acostumbrados a trabajar en fiestas, toda la vida lo hemos hecho y no se lleva mal", reconoce apuntando que la gente es amable, no tanto como la meteorología.

Precisamente el frío es una de las causas que origina la apertura de otros establecimientos para proteger o remediar nuestra salud de catarros y otros achaques propios de estas fechas y fiestas. La céntrica farmacia Arias, situada en la calle de Santa Clara, es una de las tres únicas boticas de la capital que abren los 365 días del año. "Hay festivos y festivos, pero Navidad duele sobre todo por la familia", admiten sus dependientas. ¿Y cómo lo llevan sus familias? "Mejor que nosotras", responden con una sonrisa. Antibióticos o antiinflamatorios son algunos de los medicamentos más recetados durante estos días, en los que también despachan a todo tipo de clientes, desde los que acuden a mirarse la tensión, pasando por los pacientes crónicos que acuden con la receta electrónica hasta los que llegan con un parte de urgencias en la mano.

Policías, periodistas, personal médico y de limpieza son otros de los colectivos para los que no está permitido descansar. Más bien todo lo contrario. La hostelería es uno de los sectores que concentran gran parte de la actividad laboral de estos días por las numerosas cenas de empresa, reencuentros familiares, fiestas entre amigos y otras quedadas. Mario lo sabe bien. Desde que dejó de estudiar, comenzó a trabajar junto a su padre en la churrería chocolatería Malú en la plaza del Mercado de Abastos para endulzar la vida de zamoranos y turistas. Más que de sol a sol, trabajan de luna en luna. Abren a las seis y media de la mañana, no bajan la trapa hasta las diez de la noche y solo descansan el primer día del año, el 1 de enero. "Pero se lleva bien, en vez de estar de fiesta estamos trabajando. Es Navidad y hay que satisfacer a los clientes, ellos son los protagonistas".