El filósofo Javier Sádaba (Portugalete, Vizcaya, 1940) presentó ayer en el CLUB LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA "Memorias desvergonzadas", un libro que el lector "puede gozar casi como una novela", por su estilo claro y divertido, que es también "una carta de amor" a su mujer, fallecida hace tres años y un "toque de atención para que estemos menos dormidos, que sepamos protestar, que hagamos resistencia, digamos las cosas como son y hagamos mucha menos berborrea, porque se habla un poco como loros, cosa que interesa mucho a los políticos y al dinero"

-¿Qué son las "Memorias desvergonzadas"?

-Es la expresión de mi vida, donde opino de aspectos fundamentales, como el nacionalismo, autodeterminación, la Transición, etcétera, más un itinerario de mi vida intelectual.

-¿Estamos viendo ahora las costuras a la Constitución?

-Cuando en su día algunos dijimos lo que ahora se está viendo nos llamaron no sé cuántas cosas. No hago una descalificación absoluta de la Constitución, pero se han ocultado aspectos negativos que se están pagando ahora.

-¿Qué habría que cambiar?

-Hay un punto de partida que está mal, que no se hizo una asamblea constituyente, se metió de rondón a la monarquía y se introdujeron algunos capítulos respecto a las fuerzas armadas o unas cosas que no se entendían muy bien, las autonomías. En algún momento habría que hacer un referéndum en torno a la monarquía o república, que lo pide bastante gente, y después introducir el derecho de autodeterminación bien entendido, que no es un portazo, sino una negociación. Y hay que hacerla más flexible.

-¿Da miedo la palabra autodeterminación?

-Lo que hay es mucho miedo en general. Por motivos históricos, salíamos de una dictadura, de una república frustrada por un golpe de estado militar, y la Transición tampoco ha dado una educación de una valentía ciudadana que es fundamental. Hay que reivindicar con más fuerza los derechos. Respecto a la autodeterminación habría que explicar el término, porque no solo es absoluta, puede haber cuestiones intermedias, como la cosoberanía. Hay que regularla para determinar qué cantidad de gente habría de votarla, como en un matrimonio, diciendo qué hay que dejar en un sitio o en otro, qué garantías hay que dar. De todo eso no se ha dicho ni una palabra, ha sido todo inmensamente visceral por las dos partes. Hay un modelo, el de Suiza, que funciona bastante bien un poco más allá del federalismo del que se habla sin saber muy bien lo que se quiere decir.

-¿La unión de España es sagrada?

-La Constitución habla de la "indisoluble unidad de la nación española", que es de un nacionalismo fuera de lugar. Pero hay otra manera de ver una España con sus matices, su diversidad. La cuestión está en no imponer ni unos una cosa ni otros otra.

-¿Los escándalos de corrupción rebajan el nivel de moral pública?

-En todos los sitios cuecen habas. Hubo primero una mala moral del éxito, este era un país donde se podía ganar muchísimo dinero. Se hizo un mal inmenso, porque es poner unos modelos que calan en el ciudadano. La fiebre del oro, del dinero, que hubo acá. Y está la desaparición de una cultura democrática, que es una cultura solidaria, que exige, y eso hay que hacerlo desde la guardería y no se ha hecho. Y luego una separación real de los jueces, porque como dijo un autor, aunque no sea santo de mi devoción, "un país funciona cuando funcionan los jueces y los policías". Lo de los jueces está siendo algo completamente manipulado por los políticos.

-¿Estamos preparados para afrontar los cambios que se presentan con las nuevas tecnologías y las biociencias?

-Yo creo que no. Soy un apasionado de las neurociencias o de la inteligencia artificial. Puede tener aspectos positivos, con la biomedicina, la mejora de nuestros cuerpos y puede dar lugar a unas diferencias mayores de las que existen o un poder total del dinero, que se haga con todo y nos llegue a manipular de una manera impensable. Porque la ficción se está haciendo realidad velozmente.