Quien descubra la exposición "León Felipe: ¿Quién soy yo?" a través de las visitas guiadas por la sala del Museo Etnográfico descubrirá, entre otras muchas cosas, que el sugerente diseño de la moqueta no responde solo a patrones puramente estéticos. Cuando el visitante llegue al tercer capítulo, la única sala con muros dentro de un espacio diáfano, deberá mirar al suelo para descubrir el mensaje de la estancia. "Desde arriba, a vista de dron, descubriríamos los tonos y el diseño del Guernica de Picasso", apuntaba el comisario, Alberto Martín, en una de esas excursiones por la muestra. En efecto, diferentes tonos de gris conducen a la obra magna del malagueño y, por ende, a hablar de la guerra y del sufrimiento.

Y sin ir más lejos, "Guerra y paz" se llama el capítulo tercero. Porque dos acontecimientos clave del siglo XX afectaron profundamente la vida y la obra de León Felipe. Acostumbrado a una economía tortuosa, el tabarés viviría a finales de la década de los treinta una de las situaciones más surrealistas que se pueden imaginar. Tras muchas batallas, Felipe Camino alcanzaría la estabilidad laboral a través de una plaza como profesor de Literatura en Panamá. Sin embargo, tras tomar posesión ocurre un hecho singular en su país natal: en España estalla la Guerra Civil. Siguiendo los pasos de Lorca, Camino reacciona y hace caso a sus ideales más profundos: "El poeta tiene que estar con el pueblo". Así que, sin pensarlo dos veces, regresa a España, tras escribir el célebre "Good bye, ¡Panamá!".

No lo tendrá fácil en su regreso. El poeta "exiliado", que había confesado que España solo le había dado "cárcel y destierro", vivirá su segundo éxodo, esta vez forzado. El hecho clave tiene lugar el 28 de marzo de 1937 en el Cine Coliseum de Barcelona. Consta en la exposición una fotografía del momento en el que Camino lee su poesía revolucionaria "La insignia", una intervención en la que arremete contra todos los actores de la guerra, incluido el régimen republicano. La alocución lo pone en el punto de mira, de tal forma que el poeta ha de abandonar España para salvar la vida. De nuevo, el exilio.

En las vitrinas de la exposición se puede ver uno de los ejemplares de "La insignia", junto con el manuscrito "Israel", un original de indudable valor venido de la Biblioteca Nacional de España. El documento es la prueba del compromiso de Felipe Camino con el pueblo judío: se convirtió en uno de los primeros escritores en denunciar la barbarie, el Holocausto.

Y, de nuevo, el capítulo tercero se ha dejado impregnar de la obsesión del creador zamorano por El Quijote, la lectura de sus tiempos en prisión. En esta sala, además de la proyección de un fragmento de la película sobre el hidalgo caballero, dirigida por Rafael Gil en 1947, se encuentra una de las piezas estrella de la exposición. Se trata de toda una originalidad: la escultura "El último suspiro de don Quijote", creada por el artista Eleuterio Blasco Ferrer. La pieza, compuesta por piezas metálicas que expresa el estertor de don Quijote, se convirtió en símbolo de los artistas exiliados. Con su incorporación, prestada por el Ayuntamiento de Molinos (Teruel), los responsables han querido simbolizar la muerte del propio poeta, Felipe Camino, hace ahora cincuenta años.

Algunas imágenes, extraordinarias, completan el sentido metafórico de la sala tres: el dolor, el sinsentido de la guerra, una constante durante el siglo XX. León Felipe nunca fue ajeno a las circunstancias que lo rodearon.