El cuerpo central de la sala de exposiciones temporales del Museo Etnográfico alberga el capítulo 2 de la muestra "León Felipe: ¿Quién soy yo?", una etapa tan trascendental en la vida del poeta zamorano como son sus viajes, de España a Guinea Ecuatorial, de allí a México y Estados Unidos, para regresar definitivamente al país azteca. No fueron viajes de placer, sino más bien el resultado de los frustrados planes del poeta. "Me da igual decir Francia que España", confesaría, profundamente dolido.

Ese sentimiento de frustración tiene que ver con una de las dos piezas estrella de esta segunda entrega en el discurso de la muestra. En una carta fechada en 1920, León Felipe confiesa sus sentimientos a Miguel de Unamuno, una epístola que conserva la Casa del escritor en Salamanca, pero que ahora custodia Zamora. "Siempre circuló una especie de leyenda en la que León se vio involucrado en un asunto oscuro, en un accidente en el que hubo una muerte, y se dijo que eso provocó su marcha. En realidad, la carta a Unamuno expone que Felipe Camino se marchó despechado del país, al denegarle el Estado una beca para estudiar la lírica europea en un viaje en el que pretendía llegar hasta la India", explica Alberto Martín, comisario de la muestra. "Me voy de este país que solo me ha dado cárcel y destierro", llegaría a sincerarse el propio León. No le faltaba razón. La deficiente gestión de una farmacia en Santander y las deudas generadas lo habían conducido directamente a la cárcel. Ahora, cumplida la pena, León debía hacer las maletas para citarse con su destino a miles de kilómetros del país.

La citada epístola comparte vitrina con uno de los documentos "más emocionantes" del capítulo y de la exposición, a juicio del comisario. Se trata del ejemplar del libro "Versos y oraciones de caminante II", publicado por el Instituto de las Españas, que León Felipe regala a su admirado Federico García Lorca. Una dedicatoria manuscrita en la portada, fechada en junio de 1930, deja constancia del respeto de León por el "monstruo lírico del siglo XX". Aunque, en realidad, tal y como apunta Alberto Martín, dicha "admiración e influencia fueron mutuos".

Felipe Camino había conocido a Lorca en los cafés literarios de Madrid. Cuando el autor del Romancero gitano llega a Nueva York, Camino es uno de los amigos que lo espera en el muelle. Juntos recorrieron algunos de los míticos espacios y distritos neoyorquinos como Harlem, compartieron veladas en locales de jazz e incluso reuniones en casas privadas, en las que León recitaba sus últimos poemas y Lorca cantaba canciones populares acompañándose del piano. "La admiración fue tal que León siempre tuvo espacio en su casa de México para un retrato de García Lorca", detalla Martín.

Aquel ejemplar de "Versos y oraciones de caminante II" regresaría a España en la maleta de García Lorca, previa escala en Cuba. Y ha sido desde entonces custodiado por la Fundación García Lorca hasta conducirlo a esta muestra.

Ilustran este segundo capítulo algunas extraordinarias fotografías. Como las que retratan a la joven pareja formada por Felipe y Berta Gamboa, la estancia del matrimonio en la Universidad de Cornell o la estampa de la época de México DF, en una instantánea de uno de los mejores retratistas mexicanos, Manuel Ramos.