Rabia e impotencia. Las reacciones y sentimientos de los zamoranos residentes en Barcelona tras el atentado terrorista perpetrado en la tarde de ayer en La Rambla coinciden.

Daniel Rodríguez Gómez, de 35 años y natural de Andavías, trabaja de gestor de punto de venta en una conocida firma de telefonía móvil. Ayer por la mañana había estado por la Plaza de Cataluña visitando a los responsables de uno de los grandes centros comerciales con los que opera su empresa aunque, por fortuna, en el momento del suceso ya estaba regresando a casa. "Estaba volviendo de trabajar en coche y me he enterado del atentado por un mensaje de un amigo. Asusta. Llevo una hora pegado al teléfono, hoy no salgo de casa", relataba con temor.

El atentado también sorprendía a Carlos, sayagués de 38 años, quien ya se encontraba en casa con su familia después de la jornada laboral. "Siento impotencia de no poder hacer nada, desde el primer momento ya se sabía que el atropello masivo había sido un atentado. Me da rabia porque se podían haber tomado medidas para poderlo evitar. Estaba claro que el atentado iba a caer en Barcelona o en Madrid y con el turismo que tiene Barcelona sabía que iba a ser aquí", lamentaba.

En la misma línea, el fermosellano Antonio Robles, portavoz del Partido Centro Izquierda de España (dCIDE), achacaba directamente el acto terrorista al nacionalismo catalán: "Hay que tener en cuenta que en Barcelona y en general en Cataluña, tal y como hemos denunciado, es uno de los centros de Europa con más yihadistas. El nacionalismo aquí ha jugado de una manera irresponsable, con tal de tener la inmigración de su parte no han sido lo suficientemente beligerantes en la persecución del delito. Aquí los yihadistas pueden operar más fácil", criticaba. "Este tipo de terrorismo ha inventado una forma de terror que no se contemplaba en la historia del mundo", lamentaba Robles al tiempo que daba el pésame a "los caídos".

Por su parte, Bruno, informático de profesión y con raíces zamoranas, se apresuró a coger el teléfono a fin de tranquilizar a sus familiares y activar el "Safety Check" en su perfil de Facebook: "Mis padres estaban en Benegiles y se enteraron por la radio, por suerte yo ya estaba en casa. Sin embargo, un amigo estaba cerca de la zona pero se refugió en un establecimiento siguiendo las recomendaciones de la Guardia Urbana. Siento impotencia más que otra cosa porque aunque haya vigilancia, controlar esto es muy complicado, una persona se puede colar en cualquier parte de la ciudad, hacer lo que quieran es relativamente sencillo. Una furgoneta no es un arma de fuego pero es un arma", analizaba.

Otro zamorano, Fran Sacristán, se encontraba trabajando con su ordenador en una oficina en la entrada de La Rambla, donde se produjo el atropello. "Salgo a las tres de la tarde pero era uno de esos días en los que te quedas un poco más. Estaba a punto de terminar, cuando escuché un golpe y gritos, pensé que había sido alguien que se había saltado un semáforo en uno de los pasos de peatones por donde más gente pasa. Había muchas aglomeraciones y olas de pánico... pese a que los policías les ordenaban meterse en los comercios, mucha gente no hacía caso, sacaban sus teléfonos móviles y se ponían a grabar", comentaba indignado.

Por último, Martín Santos, vigilante de seguridad, relataba con angustia los instantes de pánico y desconcierto vividos en la Ciudad Condal. "Todo el mundo está sobresaltado. Son horas difíciles, y la semana y el mes que quedan también. Estamos en alerta máxima y como es lógico, la gente tiene miedo real, puede pasarle a cualquiera. Para mí es una guerra abierta, una guerra mundial desde hace ya tiempo aunque hayamos aprendido a convivir con ello".