Es un sábado cualquiera del mes de junio en el "skatepark" de la Aldehuela. El calor aprieta y muchos de los patinetes permanecen aparcados, a la espera de que el sol dé un respiro. Los bancos sí están ocupados por pandillas de adolescentes que charlan de asuntos banales rodeados por sus propias tablas y por un buen número de cartones de pizza vacíos. Su look es variopinto: algunos visten ropa ancha y gorra; otros lucen vaqueros ajustados y camisetas cortas. El grupo es heterogéneo y parece despreocupado.

Uno de los chicos que lleva la voz cantante es Ángel Domínguez. Sentado con tranquilidad en el medio del grupo, habla sobre una noticia que ha revolucionado esta semana el mundo del skate: la acción de Ignacio Echeverría, el hombre que trató de defender a una mujer en el atentado de Londres y que terminó hallando la muerte entre la barbarie. Su tabla se convirtió en el símbolo de la valentía del español y la prensa inglesa le bautizó rápidamente como "el héroe del patinete": "Puede servir para cambiar la percepción negativa de la gente hacia nuestra pasión porque es algo mediático", explica el adolescente zamorano.

Como sus compañeros, Ángel, de 17 años, achaca los prejuicios de la sociedad hacia el mundo del "skate" al "desconocimiento" generalizado que existe acerca de una cultura procedente del mundo de los surferos en Estados Unidos y que tiene adeptos en Zamora desde hace unos veinte años: "Cuando vamos por la calle, hacemos ruido y a veces rompemos alguna cosa. Es lo que hay. Pero es una afición como otra cualquiera en la que haces ejercicio. Es básicamente como quien sale a hacer footing", abunda este adolescente zamorano, consciente de que los viandantes con los que se cruza le "miran raro" por ir subido a la tabla.

Ahora, a juicio de Ángel, la heroicidad de Echeverría podría ayudar a que la gente "empatice más" con un colectivo empeñado en convencer al resto de la sociedad de que su afición no tiene nada de malo. "Simplemente, bajas aquí, estás un rato, te cansas y te vuelves a casa", señala.

Como él, su colega Iván Salvador ve en el simbolismo de la acción de Echeverría una oportunidad para romper prejuicios: "Puede servir para que se confíe un poco más en la gente que patina. Ahora, las personas se apartan cuando nos ven. No sé si porque creen que se nos va a ir el patín o por las pintas", reflexiona el joven de 18 años antes de agarrar su tabla y comenzar a ensayar trucos.

Y es que también de eso va, como cualquier deporte, la disciplina del skate: "Se trata de pasarlo bien, marcarte metas, insistir y cumplirlas", enumera Iván, que es jaleado por el grupo de amigos cuando por fin se sube al patinete y comienza a disfrutar entre los obstáculos de la Aldehuela.

A su lado, su amigo Raúl Fernández habla resignado sobre las escenas con las que convive a diario por su condición de skater: "Hay veces que vas por la calle y ves que se te apartan. Soy una persona normal y si no fuera con el patinete seguramente no pasaría", lamenta el zamorano, igual que sus compañeros, esperanzado ante la posibilidad de que el ejemplo de Echeverría "cambie esa imagen".

Por lo pronto, los patinadores zamoranos continúan a lo suyo. Agradecidos a los responsables de la tienda BD Skate Shop, impulsores de esta afición en la ciudad, las pandillas que disfrutan con la cultura de la tabla ocupan su espacio mientras sueñan con que los trucos imposibles salgan a la primera y con una aceptación social que, para ellos, sería el mejor legado del héroe del patinete.