La primera industria de la ciudad de Zamora ha regresado a la actividad. Las Aceñas de Olivares, santo y seña de este tipo de construcciones molineras en la cuenca del Duero, han recuperado su esplendor y su funcionamiento once siglos después de ser construidas. Estos ingenios hidráulicos, que durante años han permanecido en el ostracismo, abrirán sus puertas en la jornada de mañana para recibir a los visitantes con una doble función. Por una parte, consolidar este espacio como atractivo turístico de la ciudad de Zamora ligado al río Duero. Y por la otra, ofrecer a quien por allí se acerque la posibilidad de ver en funcionamiento estas imponentes máquinas, que incluso pueden llegar a producir para colaborar en el mantenimiento económico del conjunto.

"La Primera", "La Manca" y "La Rubisca" conforman las renovadas Aceñas de Olivares. Cada una con su propio cometido, estas tres construcciones entrarán mañana en funcionamiento para que el visitante y el curioso puedan ver lo que allí se hacía a lo largo de los siglos. Una actividad que va desde la cuña de metales hasta la fabricación de harina pasando por la creación de tejidos ásperos para su utilización doméstica.

La construcción más próxima a la orilla del río Duero, conocida como "La Primera", es la dedicada al hierro. También conocida como la del mazo o el martinete, su maquinaria consta de un eje conectado a una rueda vitruviana -de palas con eje horizontal- que a su vez conecta con unas levas o dientes y golpean el extremo de una palanca ligada a un mazo, que finalmente se encarga de impactar con un yunque. "El uso que se le da a esta maquinaria es la conformación del hierro en caliente o en frío. Con la potencia que lleva y la ayuda de una pletina, se va moldeando", explica el arquitecto de la obra, Pedro Lucas.

La segunda de las aceñas, "La Manca", es un batán utilizado para domar tejidos. Utiliza un sistema similar al del martinete, con una rueda horizontal que transmite su fuerza a unas levas y golpea a la cabeza de unos mazos, que a su vez dan contra un gran tronco de madera. "El batán servía para hacer dóciles los tejidos que salían de los telares, sobre todo la lana", comenta Lucas.

"La Rubisca", tercer y último ingenio hidráulico, es el molino de todo este conjunto y quizá el sistema más complejo de las Aceñas de Olivares. El agua se conduce a través de un canal para mover las palas de una rueda que se encuentra en el exterior. Este eje, a su vez, está conectado por dentro del edificio con otra rueda dentada que engrana con un nuevo eje vertical y transmite la fuerza a una muela. La fricción, mayor o menor, es la que da la textura deseada a la harina. "Es un sistema muy complejo porque pasa de un eje horizontal a un eje vertical. La rueda dentada es la entruesga y el palillero engrana con el eje vertical y transmite la fuerza", explica el arquitecto de las obras.

Una vez restauradas y en funcionamiento, la propuesta del arquitecto es su utilización como garantía de que no vuelvan a sufrir. "La mejor conservación es a través de la producción y ahora mismo están aptas para producir. Se pueden hacer pequeños escudos de Zamora troquelados, paños en el batán o pequeños sacos de harina para vender a un precio módico y también contribuir así al mantenimiento económico del conjunto", apunta.