El personaje de una reputada escritora sueca de nombre impronunciable, Iger Perpetua Palatz, creó en directo la trama de la undécima edición de los conciertos divertidos, auspiciados por la Banda de Música de Zamora, que arrancaron ayer en el Teatro Principal con un patio de butacas, los palcos y hasta la zona de paraíso poblado de pequeños espectadores, muchos de los cuales tenían que estirarse para ver a los músicos de la Banda de Zamora, que acudieron acompañados por padres y abuelos. La singular autora eligió de entre los miembros de la Banda de Música de Zamora, disfrazados de indios, ratitas presumidas o vaqueros, a dos jóvenes "espigados" y caracterizados de exploradores que hicieron las veces de músicos aventureros al igual que la presentadora de la actividad, quien cada vez que pronunciaba la frase "¡que suene la música!" y los niños la repetían, hacía que los músicos de la Banda, dirigida por Manuel Alejandro López, comenzaba a tocar distintas composiciones.

Entre las aventuras para localizar un tesoro, una rebelión por parte de los intérpretes y los avatares para abrir un cofre sonaron fragmentos de las composiciones "Festa Paesana" y "Ross Roy" de Jacob de Haand; "Smile boulevard", del compositor toresano David Rivas, en la que cantaron los integrantes de la banda y sus palmas fueron secundadas por el auditorio; o bien "Happy Mallets", una obra para xilófono y banda, sin pasar por alto la pieza "Que se haga la música", de Miguel Mateos, unas músicas que hicieron que los más pequeños, algunos todavía con chupete en sus bocas, se acercaran a este arte de una manera amena y divertida. "En esta ciudad hay muy pocas oportunidades para que los niños disfruten de conciertos adecuados a su edad", testimonia Patricia Prada que acudió con su hija de 4 años pues "le gusta la música no quería dejar de pasar la oportunidad de que asistiera".

El espectáculo "¡Que suene la música!" vuelve a repetirse los sábados 18 de febrero, 25 de marzo y 29 de abril a las 12.00 en el Teatro Principal.