Lleva el nombre de su abuelo, Emilio Díez Bartolomé, quien junto a su esposa, Teresa Funcia Muriel, emigró desde Fermoselle tras casarse en 1923. Su nieto, José Emilio Doménech Díez, enamorado de la provincia de sus antepasados sin conocerla, supone que Argentina fue la tierra prometida elegida "porque aquí ya tenían familia".

Precisamente en el barco de ida la joven Teresa se percató de que estaba embarazada. Una camarera alemana, ya que el buque era de esa nacionalidad, la cuidó durante el viaje y la zamorana, en agradecimiento, le puso a su primogénita Frida, la madre de José Emilio, en su honor.

La idea del matrimonio era dedicarse al comercio una vez en tierra. "Los hermanos de mi abuela, que llevaban años aquí, eran puntilleros", describe. Además, Argentina también se presentaba como una buena opción para comenzar una nueva vida. "Muchos españoles la elegían por el idioma, la religión católica mayoritaria y el clima de paz. Además, existían leyes que brindaban muchos beneficios a los emigrantes", explica este farmacéutico de ascendencia zamorana.

Durante un tiempo fueron vendedores ambulantes de puntillas y telas, hasta que pudieron establecer sus negocios en Rosario, Santa Fe y Córdoba, donde se quedó su padre y su tío Marcial. Un local "muy chiquito" fue el primero que abrieron en esa ciudad, donde emigraron para evitar el clima húmedo de Rosario que tanto afectaba a su madre. Pero el tamaño no importó para el éxito, ya que el negocio, Puntillería La Princesa, se mantuvo durante más de cincuenta años. Hasta el propio José Emilio llegó a trabajar en él. "Se vendían puntillas de todo tipo: de bolillo, valencianas, de broderie o de gipur, además de telas para vestidos de fiesta, casamientos, madrinas, primera comunión o para elaborar prendas finas", enumera. Entre sus clientas, por tanto, destacaban desde las señoras más distinguidas hasta las mejores modistas de Córdoba.

Mientras que sus abuelos regresaron a Fermoselle en 1955, su madre se quedó en Argentina. Al ser pequeño, José Emilio solo recuerda historias aisladas del pueblo zamorano. "Contaban sobre los animales que tenían, sobre los toros o un familiar que era catador de vinos, además del paisaje y el río de Fermoselle, donde iban a lavar o su devoción por la Virgen de la Bandera. Mi abuelo siempre comenzaba con la frase "en mi pueblo" todas sus historias", adivina a rememorar su nieto.

La vida de su madre Frida en Argentina se unió a la de otro español, natural de la localidad alicantina de Relleu. "Se conocieron en el Círculo Español de Córdoba, donde mi padre participaba en el grupo de teatro". Su familia siempre estuvo unida a diferentes colectividades de emigrantes, desde el Casino Español hasta la Barraca Valenciana. "Todas esas costumbres se fueron perdiendo, pero ahora tienden a repuntar, están de moda los encuentros de colectividades y el de Alta Gracia, donde resido, fue el primero. Además, hay muchos cuerpos de baile español", asegura.

Por su parte, considera que el mejor homenaje que les pudo hacer a sus padres, que nunca regresaron a España, fue recuperar la ciudadanía. "Mis dos hijas y yo tenemos pasaporte español y mi esposa libreta de familia española", explica. Además, mantiene contacto con una prima de su madre a través de Internet, aunque le gustaría poder contactar con otros descendientes de familiares.

Orgulloso de sus raíces, afirma que tiene un sueño que espera cumplir cuando se jubile, dentro de poco más de cuatro años. "Como la canción de Alberto Cortés, quiero recorrer la senda de mis abuelos, imaginármelos niños saltando entre los arbustos de las montañas, a la orilla del río del que nunca se olvidaban", desea.