Advierten los psicólogos que la llegada del mal tiempo se convierte en una losa para quienes tienen tendencia a la depresión. Las altas temperaturas, todavía el uno de noviembre, demostraron ayer el efecto contrario: que un día benigno amortigua el dolor en el reencuentro con los seres queridos que ya no están. De ahí que el cementerio de San Atilano registrara durante todo el día un constante flujo de vecinos para cumplir con la tradición de Todos los Santos.

Algunos aprovecharon la cita festiva para visitar las sepulturas después de haberlas limpiado y ornado durante la semana. Los más rezagados acudían al camposanto con el centro floral de colores o el ramo de crisantemos o margaritas en brazos para buscar el cuartel preciso, la sepultura concreta. Pero también estaban quienes recurren a los improvisados puestos del cementerio -especialmente nutrido estos días- para adquirir un ramo por cinco euros, un centro por diez.

El buen tiempo, de nuevo, dilataba la visita a la sepultura. Algunos zamoranos tuvieron tiempo para sentarse junto a la tumba de sus familiares, a recordar? Y en algunos casos, a dedicarles una oración. Los vecinos de etnia gitana, por su parte, cumplieron también con su tradición de acompañar, largo rato y en familia, a sus seres queridos ya desaparecidos.

Un constante reguero de zamoranos -miles en la jornada de ayer- que no impide que hoy, domingo, las visitas se sigan produciendo en las fechas en que el alma de los fallecidos se encarnan en los vivos tonos de las flores. Era uno de noviembre y el calor continúa acompañando en una estación otoñal cuyo umbral se difumina con el verano que ya se ha ido. Aunque lugar de rezo y silencio, ayer el camposanto de San Atilano también se vistió de fiesta.