Cinco menores se encuentran a la espera de encontrar una familia de acogida. Se trata de una situación "urgente", según se alerta desde la delegación zamorana de Cruz Roja, encargada de llevar a la práctica el Programa de Acogimientos Familiares a través de un convenio con la gerencia de Servicios Sociales, tutora legal de estos menores. Son cinco niñas con edades comprendidas entre los dos y los 16 años para quienes todavía no se ha encontrado un hogar.

En Zamora existe una bolsa con 25 familias de acogida "insuficientes para cubrir las necesidades", subraya la coordinadora del programa en Cruz Roja, Susana Illán. En la actualidad, son 36 los menores acogidos en la provincia, mientras que en lo que va de año se han acumulado un total de 39 acogimientos de niños "que tienen una historia familiar complicada, ya sea por negligencias, abusos o maltratos de algún tipo. Ellos son las víctimas, pero no son diferentes al resto", describe.

Las niñas que actualmente están en espera "son menores normalizadas, iguales al resto de los niños de su edad", anima la trabajadora social, quien resume que lo único que necesitan es cariño y límites. "A estos niños también hay que reñirles y abrazarles, como a cualquier hijo. Esa es la combinación y a partir de ahí se consigue todo, con sus días buenos y malos. No hay que meterlos en una burbuja por haber nacido en familias desestructuradas. Les ha tocado vivir esa situación, pero ahora es el momento de ayudarles y ofrecerles una oportunidad que a día de hoy no han tenido", indica.

Sin requisitos especiales

No es necesario cumplir con unos requisitos especiales para entrar a formar parte del programa. "Cualquier persona es bienvenida, no buscamos una familia tipo, simplemente necesitamos personas que quieran ayudar", subraya la coordinadora. Por eso están abiertos a una colaboración "independientemente de la situación civil, tendencia sexual, posición socioeconómica o religión", enumera.

El primer paso para convertirse en familia de acogida es un curso de formación de entre 10 y 16 horas en el que se detallan los pormenores del programa, "desde cómo llegan los menores al sistema hasta cómo se trabaja con las familias o sus derechos a nivel legislativo", describe Illán. Después se realiza una valoración psicosocial "para conocer mejor a la familia, saber sus rutinas y poder así asignarle el menor que les sea más adecuado", argumenta

Además, después del establecimiento del niño, la ayuda continúa durante los meses que transcurra el acogimiento. Desde la propia gerencia a través de un apoyo económico para los gastos de manutención durante este tiempo determinado y desde la delegación de Cruz Roja en otros aspectos, que pueden ir desde ayuda para la compra de libros de texto o apoyo psicológico. "Hay un seguimiento y soporte continuado para que no se sientan solos en esta nueva experiencia de convivencia, porque siempre al incluir a un nuevo miembro en la familia surgen dudas y miedos. A los padres más experimentados se les nota mucho más relajados, pero aquí estamos para todos", ofrece la trabajadora social.

El fin último del programa es la reunificación familiar, cuando el problema de la familia biológica se ha superado. "Este proceso se hace poco a poco, paulatinamente, con visitas cada vez más largas, para que a todas las partes implicadas les dé tiempo a adaptarse a la nueva situación. No se trata de hacer un corte radical. Además, la familia de acogida es la primera que ve que el niño está bien y se queda más tranquila", explica.

A pesar de que el momento de despedir al niño en acogida "es un auténtico proceso de duelo", el 95% de las familias de acogida repiten la experiencia. "Se va un miembro que han aceptado, querido y cuidado, pero la experiencia es mucho más gratificante. Es algo realmente adictivo", señala la coordinadora.

Un claro ejemplo de ello está en la familia de Montserrat Ruiz, que lleva doce años en el programa. Por su hogar han pasado catorce niños y la última lleva con ellos cinco años en acogida permanente. "Me acuerdo de cada uno de ellos, que me han hecho descubrir mi paciencia infinitiva, mi ternura o mis miedos. De todos he aprendido y a todos hemos aportado algo que no tenían en ese momento", razona. Una experiencia que transformar a alguien totalmente desconocido en parte de la familia. "Que se animen y prueben, porque repetirán seguro", recalca esta madre.