«A pesar de todos los años que estuvimos juntos, no lo conocía», admitía la hija de la pareja agredida con un hacha por su exnovio, mucho más tranquila tras llegar a casa con sus padres, a los que le dieron el alta en el Hospital Virgen de la Concha cerca de las ocho de la tarde. «Lo importante es que ellos están bien», subrayaba.

Atrás quedan más de tres meses de incertidumbre y miedos, desde que a finales de enero F. J. R. G. saliera de la prisión de Topas tras la fianza que abonó su familia. «Pasaban las semanas y nos decíamos "parece que está tranquilo", porque ni siquiera nos lo cruzábamos por la calle», recuerda la joven, quien afirma que su expareja conocía todas las costumbres y horarios de la familia. Así que el peligro no solo le acechaba a ella o a sus padres, todos ellos protegidos en principio gracias a una orden de alejamiento, sino también a sus hermanos o incluso a sus sobrinos. «Con todos nosotros había compartido fechas señaladas, desde Navidad hasta cumpleaños», enumera.

El agresor consiguió este año su objetivo de salir de la cárcel, tras recurrir en varias ocasiones la sentencia. En la prisión salmantina había permanecido durante año y medio por los delitos de secuestro y agresión sexual contra su ya expareja. «Cuando le dejé, se lo tomó a la tremenda», resume ella. Y es que tras solo cuatro días de tomar la valiente decisión, la mujer sufrió las consecuencias de su determinación de seguir adelante lejos de aquel hombre. «Le di quince años, toda una vida que le regalé», lamenta echando la vista atrás.

La actitud que mostraba el agresor le hace subrayar con gravedad que «no lo conocía», a pesar de que compartieron piso durante varios años. «Vivimos juntos, pero al final no aguanté más».

A pesar de todo lo sufrido en los últimos años, esta mujer ha demostrado ser una persona extremadamente valiente, porque en ningún momento optó por renunciar a su vida y dar un paso atrás para volver a casa de sus padres. «Yo opté por vivir sola, no renuncié a mi independencia por miedo a él. Ese sacrificio no estaba dispuesta a hacerlo», apunta con determinación.

Quizá porque el agresor no sabía que ella estaba independizada fue por lo que acudió ayer por la mañana al piso de sus padres, donde tantas veces había entrado cuando eran pareja. «Yo pienso que venía a por mí», apunta ella, tras analizar los hechos. Pero con los que se encontró fue el matrimonio. El padre fue quien abrió la puerta, esperando encontrarse a un repartidor que había anunciado por el telefonillo que traía un paquete para su hija.

En ese momento, en el piso solo estaba la pareja y el perro, un labrador que no defendió a sus dueños de los ataques con el hacha porque el que la portaba era más que conocido para el animal. «No reaccionó al peligro porque el perro lo quería mucho y siempre se alegraba de verlo», explica la hija de los agredidos.

Finalizado uno de los peores días de su vida, prefiere quedarse solo con lo bueno, volviendo a hacer gala de su fortaleza. Respira tranquila al ver de nuevo a sus padres en casa. «Pudo haber sido mucho peor», reconoce, «pero lo esencial es que ellos están con nosotros». Ahora el matrimonio está rodeado de sus tres hijos, todos residentes en Zamora, quienes no piensan dejarlos solos ni un solo momento.

«Tienen cortes sobre todo en la cabeza, pero también en los brazos y en la espalda», pormenoriza su hija. La afortunada poca gravedad de las heridas, que no les afectaron para poder salir por su propio pie del portal de su vivienda y entrar en camilla en Urgencias perfectamente conscientes y hablando con los sanitarios que les atendieron, hará que en los próximos días tan solo tengan que acudir al centro hospitalario para realizar las pertinentes curas. Los dolores de las lesiones se subsanarán con los pertinentes calmantes, a los que seguramente habrá que añadir en estos primeros días tranquilizantes, recetados también por los médicos, para ayudarles a volver cuanto antes, en la medida de lo posible, a su vida normal, con la seguridad de que, tras el desenlace de los hechos, la pesadilla ha terminado.