Un 29 de diciembre 1811 venía al mundo Tomás Belestá y Cambeses quien fue rector de la Universidad de Salamanca, obispo de Zamora durante once años e incluso en tres ocasiones ocupó el cargo de senador. «En la sociedad actual hubiera tenido una gran importancia, ya que era un hombre con una sólida formación, un hombre de gobierno y muy preocupado por la cultura y los problemas sociales», señala el historiador y sacerdote Miguel Ángel Hernández, en tanto que el presidente de la Asociación de Amigos de la Catedral, Tomás Fernández, realza «su inteligencia, su capacidad de trabajo y su calidad de sacerdote sobre todos los demás cargos».

Hijo de un militar francés, Luis Belestá, y de la madrileña María Cambeses, recibió el bautismo en la iglesia de San Vicente al residir la familia en las inmediaciones de la Plaza Mayor. Fue el mayor de siete hermanos y estudió en el Seminario de San Atilano durante diez años. En 1838 fue ordenado sacerdote en Segovia al carecer de obispo la diócesis zamorana. Al año siguiente se presentó al concurso de curatos vacantes de la diócesis de Astorga, donde logró el número uno y le destinaron a Viana do Bolo. «Se encariñó mucho con el pueblo y en uno de sus testamentos un tercio de su bienes quiso dejarlos a los pobres de esa población», detalla el sacerdote e historiador, Miguel Ángel Hernández, que ha ahondado en la trayectoria del obispo zamorano.

En 1845 el sacerdote logró una plaza como profesor de Religión y Moral en la Universidad de Salamanca, ciudad donde residió durante tres décadas. En su estancia conoció a la familia de la, ahora santa, madre Bonifacia, ya que fue párroco de la catedral de Salamanca. El contacto que tuvo en aquellos años con la joven Bonifacia fue más intenso al ser el zamorano el propietario de una de las primeras casas que ocupó la emergente orden religiosa. «Era el propietario del colegio de Nuestra Señora de los Ángeles y la relación no fue muy buena, dado que les presionaba con el pago del alquiler», precisa el historiador.

Doctor en Teología y canónigo penitenciario de la catedral de Salamanca en 1855 se hace mención en el boletín de la provincia de Salamanca a su labor asistencial durante la epidemia de cólera.

Tomás Belestá gobernó la Universidad de Salamanca de 1858 a 1865, aunque previamente había sido vicerrector y rector en comisión. Desde su puesto impulsó la creación de Escuelas Normales de maestros y maestras en los distritos donde no existían, las escuelas dominicales y de adultos, ideadas para que estudiaran aquellas personas que no pudieron hacerlo en la niñez. Auspició el nacimiento de la escuela de sordomudos de Salamanca y en un viaje «conoció a la reina Isabel a la que convenció para que creara un colegio mayor en Salamanca», apunta Hernández, mientras que el presidente de Amigos de la Catedral alude a que «a él se le debe la creación del monumento a Fray Luis de León». Además, dos años después de dejar el cargo de rector recibió la condecoración de la orden de Carlos III.

En 1880 le nombraron obispo de Zamora y el 25 de marzo tomó posesión de la Diócesis. De inmediato, comenzó una vista pastoral y posteriormente, pese a su edad, volvió a recorrer la provincia. El zamorano efectuó un sínodo diocesano, mandó hacer estatutos a cofradías y asociaciones religiosas. También fundó escuelas dominicales y de adultos, que sufragó de su bolsillo cuando dejó de contar con el respaldo del Ayuntamiento.

En cuanto a su relación con las órdenes religiosas, apoyó a la recientemente canonizada Madre Bonifacia cuando se trasladó desde Salamanca e incluso le compró una casa en la calle La Reina. También ayudó a las Siervas de María, que se instalaron en 1887, y a las que donó la casa que estaba junto a la iglesia de la Magdalena. Adquirió el palacio de los marqueses de Alcañices, en Toro, para las monjas del Amor de Dios y respaldó la restauración la orden de la Merced en España con el asentamiento de un grupo en Toro.

El escultor Eduardo Barrón hizo un busto al obispo Belestá, ahora en la Diputación. La ejecución de la escultura obligó al artista a retrasar su salida hacia Roma.

Belastá y Cambeses costeó durante su pontificado el pavimento del mármol de la Catedral y de la Colegiata de Toro, obsequió a la Virgen del Tránsito «con un dosel azul de damasco azul que aún utiliza», explica Tomás Fernández.

El clérigo zamorano también ocupó el cargo de senador en tres ocasiones. La primera por el arzobispado de Valladolid, de 1884 a 1885, la segunda por la provincia de Gerona, de 1886 a 1890, y por Zamora desde 1891 hasta su fallecimiento el 22 de abril de 1892. «En los diarios de sesiones tiene intervenciones en las que demuestra que era un hombre con una gran cultura», testimonia Miguel Ángel Hernández.

La tumba de Tomás Belestá y Cambeses está en la Catedral, en la capilla de San Nicolás, «donde entonces se encontraba el Cristo de las Injurias al que tenía gran devoción», indica el presidente de la Asociación de Amigos de la Catedral que promueve la difusión de la memoria del prelado.